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De vivencia pura
Blog de guidor88
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16 de Julio, 2013 · General

La lluvia de Londres no moja

Londres, 24 de marzo de 2013

Querido Mateo:

                        Hijo querido. Espero que la familia ande bien. Me contaron que la panza de Agustina está que explota y el cuarto ya lo tienen preparado. Me imagino que Tomi debe estar más celoso que nunca pero qué lindo es estar rodeado de tu gente. Sabés que nunca me adaptaré a las nuevas tecnologías, así que supongo que no te sorprenderá recibir al cartero en tu casa. Sé que seguís viviendo en la calle Jaramillo. Sé que vas a recibir la carta. Tal vez tu recuerdo impida nuevamente que reciba unas líneas tuyas y aún te entiendo, hijo.

                        Sin embargo te escribo. Te envío una carta y, como te conozco, sé que al menos la vas a leer y con eso me alcanza. Porque vos sabés que hay ciertas cosas que sólo puedo hablar con vos. Determinadas situaciones que vos ves igual que yo porque siempre intenté darte lo mejor de mí y definitivamente lo que más te inculqué fue el amor por la pelota. Quería contarte que tu hermano está enorme. Ayer debutó en la quinta y fue soñado. No sabés lo que juega este pibe, Mateo. En el club se habla de ya hacerle un contrato y te imaginarás que se me cae la baba ¡Estos ingleses encima son de madera! Y claro, llega acá un pebete inglés pero con venas argentinas y la deja chiquitita. Ayer llovió acá como cada día de las últimas dos semanas. Lo particular es que ayer la lluvia no mojaba, hijo. Salieron a la cancha y James parecía estar jugando acá en el patio que tenemos con Marie. La pedía, tocaba, iba a buscar, gambeteaba. Completito. Lo trascendental pasó allá por el minuto 30 del segundo tiempo. Partido trabado, feo, mucha pelota al aire y juego de cuerpos. Empate sin goles, aburrido. Saque de arco para el Tottenham. El arquero sale jugando con el 4 y James la baja a pedir en posición de 5. Cómo me recuerda al Diego, cómo se para este pibe. Cómo recibe y se da vuelta. La cuestión es que la puso abajo de la suela y tocó con el 8, picó y la pidió de nuevo. Obvio que se la dieron, el pibito la mueve. Le llegaba la bocha y la dejó pasar y, cuando en ese movimiento el 5 de ellos quedó pagando, me di cuenta que algo fantástico iba a pasar. Encaró por el medio con pelota dominada y parecía que iba a sacar un zapatazo. Ahí enganchó para la derecha y la barrida del 6 quedó como vergonzosa. Mateo, levantó la cabeza y acarició la pelota con el bordo interno y produjo el encuentro del balón con una parte de la red que seguro nunca había sentido el cuero. Mateo, miré al cielo y pensé en vos, pensé en tu vieja y mis nietos. Te juro que la lluvia no mojaba. Te pensé mirando al cielo y mis ojos cedieron y derramaron alguna lágrima. Te extraño, hijo. Tu hermano metió el gol más importante de su carrera y yo sólo pensé en que habría sido soñado que estés acá y lo disfrutemos juntos como disfrutábamos allá con cada enganche de Garrafa. Londres no tiene nada que ver con Lafe. Llueve siempre, no hay mate, el transporte funciona de puta madre y las casas de los pobres no tienen techo de chapa. Estoy mucho mejor, sí, pero te extraño, hijo. Te extraño y quiero ver a mi nieto y mi futuro nieto y a mi nuera.

                        Dudo recibir una respuesta pero sé que al menos te transmití con claridad lo que siento. Sé que se te piantó un lagrimón con lo de Garrafa. No me olvido que ese loco era tu ídolo mayor. No me olvido de cuando te regalé su camiseta y no te la sacabas ni para bañarte. Tal vez algún día me entiendas y podamos festejar un gol hundiéndonos en un abrazo eterno como el día que volvió él por amor a nosotros. Tal vez así vos vengas o yo vaya. Por amor. Te extraño, hijo, la pelota no llega igual si no me la pasás vos.

Con amor.

Tu papá

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02 de Julio, 2013 · General

Ante cada vista

            Tus ojos se posan en los míos. Vos sabés lo que va a pasar. Yo sé lo que va a pasar. Después de numerosas sonrisas que me esforcé en robarte, en arrancarte, en arrebatarte para hacer de mi existencia algo ideal al menos por segundos, tus ojos se posan en los míos y los dos sabemos lo que va a pasar. Y tal vez si el momento durara más, se verían gotas de sudor bajando por mis sienes, se notaría el calor debajo de mis brazos, mis nervios me jugarían una mala pasada y titubearía en la primer situación en que se me exija una reacción. Pero el momento no dura tanto. Son sólo segundos. Son segundos que en mi cabeza duran años. Segundos que generan tantas sensaciones, tantos sentimientos, tanta adrenalina que podrían escribir su propia historia. Y todo esto sólo por el amor. En esa sencilla palabra de cuatro letras se resume todo esto. Porque lo conozco, sé de qué se trata, no me es ajeno, y lo reconozco. Lo escuché asomarse aquella noche en que nos dimos nuestro primer beso. Me palmeó la espalda cariñosamente cuando te invité a salir solos por primera vez. Me dio un beso en la mejilla y me dijo: “Esto es un camino de ida”, cuando tuve el placer y el orgullo de acariciar tu piel sin ropas durante horas. Lo conozco, me conoce, sabe lo que siento, sabe que está presente, sé que lo está.

            Y el amor a primera vista no existe para mí, pero sí hubo algo que me mostró que eras distinta. Y tal vez a primera vista no existe el amor pero un amor que se refleja ante cada vista es mucho más fuerte, de eso no me cabe ninguna duda. Porque ante cada vista, ante cada mirada, viendo cada uno de tus movimientos puedo sentir el amor golpeando en todo mi cuerpo, marcando territorio, haciéndose sentir e insistiendo en que está presente y no se irá. Con vos además no se impacienta, se sabe vencedor, se sabe asentado. Cada segundo que se fija en mi cabeza, en mi corazón y en mi propio cuerpo confirma que no hay lugar para nada más. Una u otra actividad podrán ser efectivos pasatiempos pero nunca ocuparán tu lugar. No es casualidad que tu sonrisa sea una presencia constante en mi imaginario y mis ojos me insistan para verte otra vez. Mis labios te extrañan, mi cuerpo te añora, mis manos te necesitan para sentirse vivas.

            Y tus ojos se posan en los míos. Y vos sabés lo que va a pasar y yo sé lo que va a pasar. Y tal vez este sea el momento más hermoso. No el más hermoso de este día, el más hermoso de la vida. Y no el más hermoso de mi vida, el más hermoso de la vida del ser humano. Esa persona, esa mujer, ese ser increíble e incondicional se acerca a vos. Lentamente, de manera muy leve levanta su mano derecha y te acaricia la cara. Te mira fijo a los ojos a milímetros de distancia. La acariciás, tratás de darte cuenta de que es real, que no estás soñando. La acariciás, ella te acaricia. En un segundo que merecería ser eterno ambos cierran los ojos con suavidad y se funden en un beso eterno y precioso que le da sentido a la vida.

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Palabras claves
publicado por guidor88 a las 00:34 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
16 de Junio, 2013 · General

Pecho frío

Hay quienes dicen que les gustaría morir en un escenario, desplegando su arte, haciendo lo que más les gusta, mostrándose tal como son. Álvaro Martín Trepussi, número 5 aguerrido de poca gambeta pero mucho corazón, amado por los suyos y odiado por extraños, se puede jactar de ello pero yo creo que , si su alma se alejó de él para visualizar objetivamente el momento, debe estar revolcándose en su tumba y descansando en guerra.
"El Alva" para los del barrio, "Soda" cuando ya de adolescente se dedicó al negocio familiar, "Trepu" para los de Atlético Despeñaderos o "Corazón de león" para los fanáticos de Los Simpson. De innumerables nicneims gozó Trepussi durante su exitosa y acompañada vida. Por supuesto tenía a sus detractores de la vereda de enfrente, Los hinchas de Ferrocarril Central Alberdi jamás pudieron aceptar el amor de Trepu por la casaca blanca con la gloriosa franja azul marino atravesando el pecho. Nunca lograron superar el hecho de que sus rivales de toda la vida hayan tenido a ese ídolo que vivió toda su carrera a su lado, codo a codo con los desaforados 15 000 fanáticos del pueblo que la década del 90 hizo fantasma. Ni lentos ni perezosos en Alberdi también lo apodaron al gran mediocampista central. El clásico "perro" no se hizo esperar. Con el correr de las temporadas, por Trepu pasaron casi tantos animales como en Temaikén: "burro", "caballo", "mono" y, ya sobre el final de su carrera, cuando la palabra comenzó a popularizarse entre adolescentes y ex convictos, "gato". Sin embargo, tal vez el DNI de la estrella en cuestión haya llegado a su auge cuando un perspicaz políglota lo llamó: "Eh! Tre' concha'". El sobrenombre tardó un tiempo en alcanzar popularidad por lo elevado de su nivel académico para los habitantes de un pueblo que carecían de habilidades idiomáticas.  De todos modos, con las nuevas generaciones, cuyo interés por la lengua de las Falklands aumentó considerablemente gracias a este anónimo fanático, el apodo pasó a predominar.
Trepussi alcanzó la gloria en aquella liga regional cordobesa cuando Despeñaderos salió "quinto en la tabla que indicaba los partidos jugados de local". Así lo enunciaban los fanáticos del Atlético mientras inflaban el pecho. Por supuesto en la tabla general no corrieron con la misma suerte: un mediocre décimo puesto evidenciaba la mejor campaña de su historia pero que no era digna de mencionar con orgullo. Trepu fue el 5 de ese equipo con más sangre que fútbol. El abanderado de la técnica en el plantel era "el carnicero" Pastrán, quien se había ganado el apodo por tener "los mejores cortes del pueblo" en su carnicería que dicho sea de paso era la única que había. La Comisión Directiva por ello intentaba, a veces sin suerte, jugar viernes o sábado ya que todos querían comer un buen asado el día que Dios descansó, y domingo de fútbol era equivalente a un domingo de pascua a pura merluza. Pastrán era el eje de las críticas cuando su equipo perdía un domingo, pero, por alguna razón, en el periódico local los reclamos terminaban aludiendo a su avaricia por no contratar a un empleado que lo suplante en el negocio o cuestionaba por qué nunca había tenido un hijo que lo pueda ayudar. La fama de Trepussi, no obstante, tuvo su pico más alto cuando en la fecha 26 Atlético Despeñaderos se enfrentaba al puntero y favorito, ya que a falta de cuatro fechas le llevaba dos puntos a su perseguidor más cercano. El rival del día y de toda la vida era el bien conocido Alberdi. El conjunto del tren llegaba soñando sellar su participación en el Argentino "B" contra su histórico rival luego de un torneo que lo tenía como evidente campeón gracias a su habilidoso enganche Di Costa que venía de la liga salteña. Alberdi arrastró el temerario número de 500 personas hacia la cancha de un Despeñaderos que todo lo que quería era que no les toquen la pelota en la cara y ante su gente. El partido empezó trabado y feo, con mucho pelotazo al aire y mucha patada sin sancionar ¿Para qué engañarse? Como todos los partidos de esta liga paupérrima. Como todo equipo sin recursos, el local pudo haberse puesto en ventaja luego de dos pelotas paradas, mientras que el puntero tuvo la misma cantidad de jugadas gracias a pelotas del salteño que hacían recordar al "Máquina" Giampetri en sus mejores épocas. El match cambió su rumbo cuando "se bajaba el telón del segundo acto" como habría dicho algún relator si a alguien le hubiera interesado que ese partido se relate. Corría el minuto 43 y "el carnicero" Pastrán era el encargado de ejecutar el tiro de esquina. Despeñaderos iba con todo al área rival y dejaba en el mediocampo sólo a su arquero y para el rebote esperaba Trepussi expectante. El cabezazo nunca fue lo suyo. 1,71 metros no colaboraban con su escaso poder goleador. La única vez que había marcado había sido en una definición por penales en la que ejecutó un fusilazo al medio del arco de un arquero que atemorizado ante la violencia del remate sólo atinó a correr su humanidad del lugar. El centro de Pastrán quedó corto y las gradas se silenciaron cuando Sánchez, el 8 de Alberdi, le tiró un pelotazo largo a Di Costa que salió de su área como un rayo. El silencio terminó por asemejarse a la calma que antecede al huracán. Las tribunas comenzaron a ponerse de pie y gritar fervorosamente alentando a su número 5 raudo y tosco para que llegue a cortar ese pase. Pero Trepussi no lo logró. Sospecho que sabía que no lo iba a lograr. Entonces en un acto de valentía y caradurez se arrojó  con las piernas para adelante encontrándose en su camino la tibia y el peroné del joven salteño, cuya carrera terminó ese día. "¡Cárcel!" Se escuchaba en la tribuna visitante. "Sos un anti fulbo, tre' concha'". La expulsión de Trepussi nose hizo esperar pero Alberdi perdió a su figura, luego el partido y finalmente el torneo. No pudo ganar ninguno de los cuatro partidos restantes. Hubo quienes se aventuraron a solicitar una estatua de Trepu en la plaza principal dejando a un lado la de San Martín. Se barajó la posibilidad de bautizar con su nombre a una tribuna y en el pueblo recibía regalos de todos lados. Se le ofreció un palco para las seis fechas que lo suspendieron por tremendo patadón. Claro que el estadio no tenía palcos así que siguió mirando los partidos desde afuera simplemente.
Nunca perdió su corazón, su garra, su sacrificio. Siguió entregándose al máximo partido a partido y alentando a sus compañeros y rechazando a aquellos que jugaban sin ganas. Pero las historias de los héroes no siempre finalizan comiendo perdices. Ante un fuerte dolor en el pecho luego de un apasionante 0 a 0, la consulta con el médico arrojó el peor resultado: "Usted se sobreexige demasiado, tre' concha' (el doctor era fanático de Alberdi). Corre mucho, pone mucho, y nada es gratis en la vida. Hay gente que por una fractura de tibia y peroné no jugó nunca más por ejemplo", el doctor levantó sus palmas encarándolas hacia arriba y con la boca hizo una mueca de "¿Qué se le va a hacer?". "A mi juicio usted no puede jugar más al fútbol a nivel profesional". Sin rodeos, sin consuelos, sin piedad. Así se lo comunicó el médico. No estaba dispuesto a abandonar la práctica del deporte más hermoso del mundo (siempre le gustó citar a Luis Omar Tapia) pero temía por las consecuencias. Fue así como al siguiente partido terminó la historia de Álvaro Martín Trepussi. Tiro de esquina para Despeñaderos y contragolpe del equipo visitante a toda velocidad. El corazón de Trepu no le puedo seguir el ritmo al mítico 5 y cayó desplomado en el verde césped. Poco a poco todos se fueron percatando de lo que estaba pasando y se consolaban pensando que seguro él lo habría querido así. Morir en su escenario. Por suerte el latir no le dio tiempo de ver el gol que les clavaban de contragolpe y por suerte no le dejó enterarse de cómo cayeron en la cuenta de que había fallecido: tenía el pecho frío.



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30 de Mayo, 2013 · General

Cada mañana

Febo le anunció que su potencial familia se estaría levantando. Renata, su amor de la infancia, se encargaría de despertar a Matilda y Ezequiel ¿Quién mejor que ella para hacerlo? Con su dulzura tiñe todo ambiente que atraviesa con un tono verde esmeralda digno de los ángeles. Rafael podía imaginar cómo sus hijos iban a extrañar ya de grandes el beso de su madre al amanecer. Cómo extrañarían el "que sueñes con los angelitos" en la penumbra de la habitación previo a una noche de descanso para ir enérgico al otro día a la escuela. Porque serían conscientes de la importancia de la educación, de cuán vital es en el mundo actual dotarse de una base para afrontar el futuro. Ni que hablar de las amistades eternas que podrían forjar, esas que Rafael ya no tiene. Porque nadie lo visita, ya posiblemente todos lo olvidaron. No los culpa, se sabe con responsabilidad y simplemente los extraña. En momentos de nostálgica escritura recuerda a los chicos del barrio. Se acuerda del fútbol de vereda a vereda. Los mejores arcos jamás inventados con buzos y alguna vez con piedras. La pelota que después de horas de patear apenas veían por falta de luz solar. Pero a ellos no les importaba. El partido terminaba cuando las madres les decían por tercera o cuarta vez que vuelvan a la casa, que ya era tarde, que todavía se tenían que bañar y la comida ya casi estaba. Se acuerda de los autos. No pasaban muchos pero tenían la maldita costumbre de frustrar los mejores ataques. A Iván lo siguió viendo, durante un tiempo seguían juntándose en el barrio. Con él fue que fumó por primera vez y fue siempre con él que compartió sus problemas, alegrías y oscuridades. Ya de grandes se vieron poco. Rafael recuerda unas cuatro o cinco veces y no está seguro de si no está exagerando y duplicando o triplicando algunas de las visitas. Sin embargo lo recuerda como el más leal, no puede culparlo por cómo bajó la frecuencia de sus encuentros.
Renata los despertaría luego de que él la besara a ella al despertar. Cada mañana con un beso suave y un "buen día, mi amor". Ella a lo suyo y él a preparar el desayuno para los cuatro.Se lamenta por no haber estudiado una carrera universitaria. Esas que sólo nombrarlas alcanza para sentirse importante. A la vieja le habría gustado. Se le habría inflado el pecho como cuando Tere terminó el colegio. Claro, después de la decepción porque Rafael abandonó, que la nena no haya seguido el ejemplo del hermano era digno de festejarse.A Tere también la extraña. Tuvieron sus peleas, sí, y le molesta en demasía que no le dejen ver a sus sobrinas, pero no por eso deja de ser su hermana. La hermana que no le contó a mamá quién rompió el control de la tele, la que jugaba de chiquita a la pelota porque él no podía ir solo a jugar a la calle, la que aquel día, antes de que se fuera, le dijo que se cuidara. Elena y Elsa debían estar enormes ya. Si las cuentas no le fallaban, tenían que estar en los doce y diecisiete años. Elsa debía estar en su último año escolar.
Una y otra vez Rafael repasó la situación.El orden de los hechos. Una y otra vez se recriminó, se torturó. De casa a lo de Joaco, de lo de Joaco a la concesionaria. A Reni no le habría gustado que haga eso. Pero en ese mundo que soñó y que sueña día tras día Rafael, él estudió. Él consiguió un trabajo y es capaz de mantener a sus hermosos hijos que afortunadamente sacaron la sonrisa y los ojos de la madre. En esos momentos oníricos él nunca perdió a su amigo en el asalto, él nunca le disparó al custodio del local.

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publicado por guidor88 a las 23:00 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
01 de Mayo, 2013 · General

Te iba a pedir perdón

Te iba a pedir perdón pero me arrepentí. Nada hay que me avergüence. Al menos nada de lo que haya hecho ese viernes. Bueno, sí, tal vez la última cerveza estuvo de más y la anterior es discutible pero después estuve bien. No veo un error, no veo algún problema. Aparte al fin y al cabo vos te la buscaste. Yo andaba por la vida sin joder a nadie, solamente sonriendo e intentando hacer sonreir. No tenías nada que hacer ahí. Pero terca como sos, te cruzaste igual ¿Y qué querés que te diga? No me arrepiento.
Sé que tal vez no fue un buen momento para vos pero eso me generaste. Ojo, al otro día estaba bastante revolucionado y no sabía bien qué hacer. De hecho ahí fue que se me ocurrió pedirte perdón. Pero ¿Sabés qué? No me arrepiento de nada. Sí, así como lo escuchás, no me arrepiento y lo contaría con orgullo.
Te iba a pedir perdón porque tal vez te incomodé. Tal vez condicioné nuestros futuros encuentros con los chicos pero no me arrepiento. No tenés idea lo que esperé ese día, ese momento. Hasta quizás me daban ganas de volver al país sólo por eso. No te exagero, creeme. Y ahora te iba a pedir perdón, te iba a jurar que no va a volver a pasar. Pero ¿Qué clase de ser humano sería si no vivo de acuerdo a mis deseos? No dudo que entraría en el top 5 de los más infelices.Me iría a dormir cada día lamentándome, hundido en tristeza e intentando sonreir para un mundo que no me interesa que me pregunte cómo estoy. Me levantaría y tomaría mi café despertador mirando a la mesa que no me contaría nada nuevo y no como hoy que mientras calentaba el agua escuchaba música. Además vos te la buscaste. Con cada sonrisa, cada saludo, cada palabra. Y si supieras lo que yo sentí... Si hubieras visto mi sonrisa que duró días, si supieras cuántas veces recordé ese momento sólo para sentir cómo mi corazón se llenaba. Para vos tal vez no fue la gran cosa pero a mí me sirvió para que mis ojos se achinen más y mis hoyuelos los vea todo el mundo. Sólo con tu beso me olvidé del tiempo. Me olvidé del aire, me olvidé del suelo y de toda la raza humana. No sé bien dónde estaba pero seguro que en la Tierra no. Por eso no te pido perdón. Mirá, si me apurás, si querés te puedo agradecer. Yo qué sé, interpretarlo como favor porque, como no sos menos inteligente que la luna, te diste cuenta enseguida que lo necesitaba y pensaste "bueno, si taaanto le importa, después de todo me cae bien" ¡No es que diga que te caigo bien igual eh! Tal vez no, yo qué sé. Te puedo agradecer si querés, pero perdón no, bajo ningún punto de vista ¡Pero ni lo sueñes eh! ¿En qué cabeza cabe? ¿Perdón? Sí, te iba a pedir perdón. Pero me arrepentí ¿Y sabés qué? Lo volvería a hacer hasta que ya no me dibuje una sonrisa. Sí, ya sé. Ahí el problema sería que lo haría toda la vida, ya sé, pero ese es otro tema.


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16 de Febrero, 2013 · General

Aeropuerto


                No, no me quiero despertar. Hoy no me quiero despertar. Quiero que las horas pasen y me digan que no es el día, que hoy no va a pasar. Quiero seguir durmiendo, quiero seguir abrazándote, quiero seguir sintiéndote acá. Tu calor, tu perfume, tu piel. Por favor apagá el despertador, hoy no quiero que suene, hoy no me quiero levantar, hoy no quiero que el día siga, que el sol brille, que se oculte más tarde, que la gente desayune, almuerce  y cene, que los optimistas salgan a correr porque hay sol, que los turcos vayan a sus puestos de Döner a trabajar. Hoy no quiero nada de eso. Hoy quiero que se pare el mundo. Quiero que dios de una vez por todas me haga un favor, me tire una buena y pare el tiempo. Porque sé que hasta desde el cielo es notorio el amor que nos tenemos, cómo nos amamos, cómo nos besamos, lo imposible que sería vivir separados. Eso lo ve cualquiera. Se siente. Miro tu foto y se siente.

                Y suena de nuevo el despertador y, como vos sos una persona responsable, te despertás. Sabés que ese vuelo lo tenés que tomar. Si no van a venir en busca tuyo y vos sabés que te lo tenés que tomar. Vos tampoco te querés levantar. Y me doy cuenta porque me abrazás, porque me abrazás fuerte y apoyás tus labios en mi frente. Los apoyás incrédulos, deseosos, pero también conscientes. Sabés que te vas aunque no te gustaría dejarme, lo sabés, lo sabemos. Y siento tu calor como nunca. Tu piel es seda rosada. No saques tus manos de mí, por favor no saques tus manos de mí. Seguí abrazándome, quiero que tus caricias en mi espalda se hagan interminables, que sean eternas, paremos el tiempo y vivamos estos segundos de magia como si fueran horas. Sé lo que estás pensando, lo que estás deseando, sé que mientras me estás abrazando, mientras tus labios siguen en mi frente regalándome un beso infinito, una lágrima cae por el costado de tu ojo derecho. La siento, la escucho, cae en la tela de la funda de la almohada y la sufro como propia. Y todos mis esfuerzos por no llorar se tornan vanos, insulsos, no llegan a ningún lado y los ojos se me llenan de tristeza y me es imposible no estallar en llanto.

                Que este instante sea eterno. No quiero que te levantes, no quiero que te duches, que te peines, que te perfumes, que te vistas, que te vayas. Necesito de tu mirada para vivir, de tus palabras para seguir, de tu presencia para respirar. Y en un movimiento que rasgó mi piel para siempre, me soltaste, me dejaste sola, me dejaste pensándote, llorándote. Hiciste lo que tenías que hacer. Te bañaste, me rogaste que no llore más, que si no te destruía y te creí y te creo. La inmensidad de nuestro sentimiento logra eso. Que mis lágrimas sean tuyas y las tuyas mías. Y para no estallarnos en llanto como dos tontos me volvés a pedir que pare, que no llore más. Que por favor me levante y te acompañe porque querés estar hasta el último segundo posible conmigo y recordar mi sonrisa como la razón de la naturaleza. Con el alma desgarrada cumplí. Y lo hice por vos porque si era por mí me quedaba todo el día y el resto de los de mi vida tirada en la cama pensándote, amándote como siempre y como nunca.

                Siempre arrancándome sonrisas hasta en el día más triste de mi vida. Siempre con esa luz en tus ojos, tu boca y tu alma. Y después me pregunto cómo no te voy a extrañar si en mi pecho llevo algo que late sencillamente por vos. Miro tu sonrisa y ahí sí el tiempo se detiene. Ahí sí no hay nada más alrededor. Cómo no te voy a extrañar. Y estamos acá y de esta no zafamos, esta sí que es verdadera, la verdadera, la única, el momento al que tanto le temimos. Y acá estamos y terminás tus trámites y te pido por favor que cuando te vayas no mires hacia atrás, por nada del mundo mires hacia atrás que me voy a despedazar. Y nos dimos el abrazo más húmedo que el planeta haya visto, entre llantos y besos. Y yo no te quería soltar y vos no me querías soltar porque sabíamos que el siguiente paso era vernos por última vez, que te tomes ese avión y no volvamos a disfrutar del amor interminable del otro. Y no me soltabas y yo tampoco te soltaba. Ni se me cruzaba por la cabeza soltarte. Pero era necesario. Y nos separamos y llenos de lágrimas te repetí que no mires para atrás cuando te vayas, que te vayas y listo, que sigas pero que por favor no mires para atrás porque me muero del dolor. Y te fuiste. Y te diste vuelta y te fuiste. Y yo sé que llorabas, conozco cada uno de tus movimientos y, aunque estabas de espalda, sé que llorabas. Y te veía caminar y no, no me aguanté. Te grité que vuelvas, que no te vayas, que quería mirarte y compartir mis lágrimas con vos. Y ahí me desobedeciste. Y qué suerte que me desobedeciste. En cuanto te diste vuelta nos hundimos en un abrazo eterno.

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23 de Enero, 2013 · General

Omnisciente

                          - Para Jochu que me transmite su magia.

     

          Él estaba siempre ahí. Inmutable, observador. Internalizando, aprehendiendo cada movimiento que realizábamos. Mirándonos día y noche cómo caminábamos, cómo nos relacionábamos, cómo dormíamos. Descubriendo todos nuestros defectos y nuestras virtudes, notando nuestras tristezas y riendo con nuestras alegrías. Desde una perspectiva omnisciente él estaba ahí y lo veía todo. Era partícipe de cada acto de esa casa. De cada acto de esa casa y de las que le sobrevinieron. Siempre estuvo ahí. A lo lejos en el afán de pasar inadvertido. Nunca le gustó que aludiéramos a él, prefería el perfil bajo, el rol de  aquel que calla, analiza, piensa, reflexiona.

                Papá siempre estuvo ahí. Nosotros lo lloramos, lo extrañamos, lo pensamos una y mil veces y él siempre estuvo ahí. Vio cuando Martu agarraba la pelota y no dejaba de jugar. Que mamá iba al living y lo retaba porque González después se quejaba por el pique de la pelota. Que no lo deja dormir, que no lo deja leer, que no lo deja trabajar. Papá veía que mamá retaba a Martu y que en cuanto ella desaparecía de la imagen, mi hermano insaciable seguía jugando con el esférico más allá de todo vecino y viviendo su sueño de ser un gran jugador de fútbol. Él no metía los goles. Él mantenía la posesión, armaba juego con los defensores para crear espacio, llevaba el balón a la zona de los volantes y terminaba la jugada con un pase en profundidad de los famosos “tomá y hacelo”. Después lo festejaba. Iba corriendo al córner y se abrazaba con quien dio el puntapié final y le decían que el gol había sido todo suyo. Y los relatores gritaban el gol del goleador pero en cuanto finalizaban con la efusividad premiaban la jugada que Martu había hilvanado arrancando desde su propio campo y finalizándola con un pase certero para que ese partido que tan trabado parecía termine en victoria del Club Atlético River Plate. Mamá ya volvería a retarlo, él lo sabía y papá también, pero él había tenido su momento de gloria. Y el día de mañana sería mucha más gente la que lo festejaría. Su nombre en los periódicos, él almorzando en familia y llamando todos los días a mamá para saber cómo estaba. Papá también me vio a mí cuando vino Cata por primera vez a casa. Carne al horno con papas y una salsa de crema y verdeo que no podía fallar. La vieja no estaba, se había ido unos días a Mar del Plata con la abuela, y con Martu ya nos entendíamos, él sabía que esa noche era importante que no esté. Cata comió como come toda mujer cuando cena una de las primeras veces con el novio. Por suerte ya lo sabía y no me hice mucho la cabeza cuando dejó medio plato. Además para mí estaba riquísimo y le creí también cuando me tiró un cumplido. Y papá estaba ahí. Observando orgulloso. Sabía de mi felicidad de estar con esa mujer ahí o más bien de estar con LA mujer ahí. Sabía que se trataba de un acto de amor, que mis ojos derrochaban dulzura, enamoramiento, que se me caía la baba por ella. Que apenas abría la boca, yo entraba en un estado de éxtasis que parecía eterno. Él se daba cuenta, él me veía y me conocía. De él salí, él también la había hecho alguna vez y estaba chocho de que su hijo fuera a tener su primera vez con la mujer a la que amaba y en ese contexto que se prestaba tan especial. Por supuesto que del post no vio nada. Me daría muchísimo pudor. Fuimos a la pieza de mamá y el resto los caballeros no lo contamos.

                Creo que siempre nos soñó jugadores de fútbol. Realizando lo que él nunca pudo. Eso me duele. Me duele creer que le fallé, que no cumplí con sus expectativas, que quizás no está orgulloso de mí porque tomé otro rumbo. En todo momento parsimonioso y reflexivo, creo que de todas maneras siempre entendió nuestras vidas. Las entendió y las apoyó. Hay veces que sueño con él. Tal vez más con lo que me cuentan o veo en fotos que lo que recuerdo. Terminó por ser un padre de fantasía, un personaje de cuentos, aquella figura a lo lejano en un cuadro.

                Son muchas las veces también que me despierto justo al momento de darle un abrazo fuerte. Son infinitos los días en que me levanto angustiado y así encaro todo el día simplemente porque no sale de mi cabeza. Las noches que me despiertan entre sollozos porque estaba contándole mi vida en el mundo onírico. Es que, viejo, si me vieras… Si supieras que traté de hacerme a tu imagen y semejanza, a pesar de casi no haberte conocido. Si supieras que mamá siempre nos habló y nos habla maravillas de vos. Que cómo nosotros amamos a nuestras mujeres no lo aprendimos de nadie, está en nuestro ADN porque vos nos hiciste. Que la modestia, la dignidad y el perfil bajo los sacamos de vos porque aún de bebés nos influenciabas. Es que yo sé que lo sabés. Nos estuviste mirando siempre, siempre estuviste ahí. Nos mirabas desde ese cuadro en que tu primo te pintó en el medio del campo. Y te cuento, aunque vos ya lo sepas, que cuando veo ese cuadro en lo de mamá te pego una caricia. Paso mi mano por el contorno de tu cara y los ojos se me llenan de lágrimas, papá. Y millones de pensamientos atraviesan mi cabeza y ya no sé qué hacer y te miro y te acaricio y te pienso y te siento y te veo, te juro que te veo y los ojos se me llenan de lágrimas. Como cada vez que sueño con vos y voy corriendo a abrazarte y a decirte cuánto te amo como nunca te lo pude decir.


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12 de Enero, 2013 · General

Pasajero

            Bueno, bajar acá no me queda tan mal. Al fin y al cabo tengo la bici y si me tomé el tren fue de oportunista nada más. El problema sería que no te bajes acá y tampoco en la próxima. Que pases por alto la estación de Villa Urquiza y las que siguen y hasta San Martín no te bajes ¿Cómo carajo vuelvo de San Martín? Debería tomarme el tren para el otro lado y eso sí que ya sería un tirón. Pero por otra parte estás en otro vagón y yo con la bici, no puedo ir ahora y en un acto de suprema valentía comenzar con lo que me propuse en cuanto te vi. Además no sería lo mismo. Agarrarte de sorpresa cuando salís y con el speech que ya me pensé, sería lo ideal. Te imagino ya pensándote en tu casa, comiendo algo porque son las 22:00 y estás todavía en el tren, estás hambrienta seguro. Entonces bajás, te sabés en la cercanía de tu hogar y no esperás que de repente aparezca un jugado invitándote a salir. No tengo nada que perder, seguramente no te vea más si no te hablo ahora. No tengo la más mínima idea de si tenés novio. Si en tu casa hay velas en la mesa y dos juegos de cubiertos. Si te esperan con un ramo de flores y una exquisita cena para celebrar tal vez un aniversario o por el simple hecho de estar con vos. Porque seguro que es algo para festejar. Si yo estuviera en mi casa esperando que una mujer con tu ángel cruce la puerta, también lo celebraría. Si a eso lo acompaña un dulce beso en los labios y escucharte un largo rato mientras me contás todo lo que hiciste en tu día, cerramos todo, le digo a dios “gracias por todo pero yo no me voy de acá” y salgo en la televisión para decirle al mundo que dejen de gastar en religiones y creencias que demandan más sacrificio que placer y les cuento que la felicidad se encuentra en el amor. En contemplar a una mujer durante horas y morderse los labios para no ceder e interrumpirla en lo que parece el discurso de un ser divino. Morderse los labios para no irrumpir intespestivamente con un beso desesperado o con un simple “sos la mujer más hermosa del mundo”. Es que ahí mismo está la felicidad, en esos sentimientos tan inexplicables como elementales. Momentos que cada ser humano puede vivir pero que no son valorados porque aún después de muchísimas experiencias, no podemos darnos cuenta que el amor es la respuesta, que el amor es la salida, que el amor es la fuerza.

            Miguelete. No es tan terrible. Podría haber sido peor.

            - Disculpá, vas a pensar que estoy loco, lo sé. Pero tenía que hacer esto. Me tendría que haber bajado hace tres estaciones pero sigo acá solamente para ver hasta dónde llega mi suerte. No pretendo que sientas un amor a primera vista ni que pienses “la pucha, qué lindo es este pibe”. Sólo te pido una oportunidad, una salida. Salimos un día y ahí juego todas mis cartas. Si no te convenzo ahí, no te molesto nunca más, te das media vuelta y perdí, pero te pido que me dejes verte otra vez.



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02 de Enero, 2013 · General

Ángulo superior izquierdo


            El Mingo estaba mateando en su portón como cada tarde de sábado mientras el sol se excusaba e iba cerrando sus ojos para encarar desde temprano y fuerzas el día siguiente. Después de horas de cebado, su yerba seguía sin lavarse. Siempre le admiré esa capacidad al Mingo. Cuando íbamos a lo de Maxi, ninguno de nosotros era capaz de hacer durar el verde por más de tres o cuatro mates. Lo tomábamos igual, obvio. Como herederos de una tradición barrial sabíamos que tarde o temprano la cosa iba a mejorar y debíamos ponerle empeño. Cuestión que el Mingo le daba a la bombilla hacía horas y había cambiado la yerba dos o tres veces nomás. Nosotros seguíamos pateando como endemoniados, a pesar de que la iluminación del estadio era a cada minuto más tenue y la hora de la siesta ya había pasado hace mucho ¡Qué cosa la siesta! Las horas más aburridas de todo el día. Que nuestros padres durmieran era lo de menos, es nos hacía amos y señores de estas calles, el problema era no poder explotar nuestra condición de patrones supremos en todo su esplendor porque ahí caía el ejército de Margarita, la Clota, Berta y la vieja Antúnez. Asomaban y pisaban nuestros suelos en clara muestra de supremacía y con gritos de guerra capaces de apaciguar a los soldados espartanos. A veces hasta salían con armas que creían de última generación para espantar a cualquiera de nosotros, con un golpecito de esos palos de paja nos daban a entender que nuestras casas eran nuestro próximo y más cercano destino. Así pasábamos nuestros días. A la mañana los hermanos Baigorria iban a la escuela con todas las chicas más lindas del barrio. Nos decían que nosotros íbamos a terminar pidiéndoles monedas cuando ellos ya sean arquitectos o abogados. Siempre que nos jactábamos de haber dormido una parva, ellos salían con ese cuento. Algunas tardes, cuando considerábamos la calle como terreno del enemigo que no nos dejaría patear la pulpo, nos contaban sobre todas las minas que se ligaban ahí. El Joaco soñaba todos los días con poder ir sólo para encararse a cuanta hembra se le cruce por las pupilas. Además estaba loco por la hija del Speranza que no podía evitar mirarla ni en los días de más frío que estaba tapado hasta la nariz. Yo quería estudiar. A mí me interesaba lo que aprendían ahí. Cuando escuchaba a los viejos de otros del barrio que habían ido a la escuela, me sorprendía por su forma de hablar. Los tipos manejaban otro idioma, otra jerga. Yo quería ir y que mi casa algún día tenga tele en otro lugar que no sea el comedor. Papá decía que no podía, que no teníamos un mango partido al medio y yo lo miraba atento. Lo entendía al pobre viejo que se rompía el lomo de sol a sol y, salvo que la situación lo amerite con creces, no me mandaba a laburar. No podíamos pagar los libros, materiales y todas las chucherías y seguir comiendo. Igual siempre me convencí de que algún día iba a despegar de la miseria, estudiar con las pibas más potentes del país y pisarles la cabeza a los agrandados de los Baigorria.

            El Mingo tomaba mate y nosotros pateábamos. Me encantaba quedarme hasta tarde ahí porque papá se sentía orgulloso cuando llegaba y me veía divirtiéndome. En parte porque lo tomaba como un logro personal y por otra parte porque él siempre quiso jugar profesionalmente pero sólo llegó a la 4° de Sportivo Hermandad. Esa fue la última tarde que nos vio felices gritando goles y autodenominándonos “Mario Alberto Kempes”. Algo me dice hoy en día que el Mingo sabía lo que iba a pasar. Su mirada sigilosa y cansada no sufrió espamento cuando todo sucedió. Por esas horas ya no era fácil reconocer la bocha y hacer caños era más fácil que hacer un gol. En lo que fue la última jugada de un partidazo de ida y vuelta, Mauricio corrió por izquierda dejando las piernas cansadas del Pitu muy atrás (siempre fue un pecho frío), enganchó y tocó al medio para Maxi que siempre pensaba la jugada antes que nadie y abrió para la entrada de Roque que metió un derechazo épico y se despachó con un grito de gol que nos convenció a todos de que esa pelota se había colgado del ángulo superior izquierdo en lo que sería el gol más recordado en la historia de la cuadra. No sabía igual que el gol realmente no iba a pasar desapercibido.

            El auto color verde frenó enseguida pero con parsimonia. Como quien sabe que domina la situación; sabiéndose ganador más allá de ser nosotros los que vivíamos corriendo en esas calles. Alto, de pelo y bigote morochos, ojos abiertos y debo decir que muy acicalado. Se bajó con la misma parsimonia con la que el auto se detuvo. Con ojos saltones, Roque intentaba entender lo que había pasado. Tuvo que descender de su momento de gloria más grande para observar el faro roto del auto. De tan fuerte que había gritado el sátrapa, nadie escuchó el estallido, la lluvia de cristales que bañaba nuestro verde césped de cemento negro. Nosotros estábamos petrificados, había sido muy confuso cómo la situación pasó de la euforia de un gol a lo Chango Cárdenas a aguardar expectantes el desenlace de algo que no pintaba bien. Del Chango Cárdenas pasamos a la previa del partido con Perú en el ’78 cuando estábamos ya prácticamente sonados. El tipo se fue acercando de a poco al Roque para frenar su marcha y encararlo.

- ¡Qué golazo nene eh! – le dijo con tono algo irónico.

- … Perdón, señor – titubeó y respondió nervioso, más traspirado por el temor que por su heroica corrida al gol.

- Por el grito desaforado y tu cara de miedo supongo que vos fuiste el gran goleador – el tipo continuaba hablando lento y claro.

- No sé qué es desaforado, señor – respondió ya con lágrimas en los ojos Roque.

- No importa nene ¿Tenés algo que hacer ahora?

- Tengo que ir  a mi, a mi, a mi casa, señor. Ya está anocheciendo.

- Claro. Con tan poca luz no podés ver dónde pateás. Subite, pibe, yo te llevo.

- Gracias, señor. Pe, pe, pero vivo acá cerca – Roque estaba en su peor momento.

- Subí, vas a llegar antes a donde tenés que ir.

            En medio del cagazo que tenía el Roque, ni nos miró ni cuando se dirigía al auto, ni cuando subió. El Mingo ya no estaba. Se dio a la fuga no bien vio el auto. Nosotros no entendíamos nada de lo que estaba pasando, era todo demasiado confuso. No sabíamos que ese era el último día que jugaríamos en esa vereda. No sabíamos que ese era el último día que veríamos al Roque luego de su gol y su grito triunfal. Nada de eso sabíamos cuando el Falcon arrancó y se perdió en la lejanía.

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publicado por guidor88 a las 20:12 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
23 de Abril, 2012 · General

Gardeleando

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            Otra gota. Se para y escudriña su camisa y el pantalón que supo estar limpio esa mañana. Zapatos mojados y con un tinte negro mezcla de humedad, tierra y mugre. Hay tantas cosas que Joaquín siempre quiso saber y sin embargo nunca les buscó respuesta. Esa gota, esa que le cayó desde el quinto piso y le recordó que aunque llovizne hace calor, esas que inevitablemente caen en la humanidad de los peatones, que cuentan con la lluvia pero no con el sentimiento individualista de aquellos que prenden su aire acondicionado y les son indistintas las gotas que podrán arruinar trajes de vestir, camisas que otorgan más prestigio que comodidad. Se pregunta qué haría él con un aparato como ese. Continúa la garúa de ritmo sostenido post-tormenta y algunos siguen resguardándose bajo toldos verdes que lo cubren a uno de las gotas más crueles, aquellas que precisamente caen en las mismísimas esquinas de ese techo.  “En definitiva el agua se seca” piensa Joaquín lanzando insultos a una seguidilla de Jefes de Gobierno que no nombra pero a los que responsabiliza de las baldosas flojas. Estar en Buenos Aires en días de lluvia obliga a percibir con ojo de halcón, qué piso es seguro; un paso en falso y otro pantalón y otros zapatos a la miseria.

            Se detiene y piensa. Desde chico que le parece que la lluvia tiene un toque depresivo y pensante, de reflexión; siempre le gustaron esos momentos a solas: la lluvia y él, el agua y sus recuerdos. La plaza donde podía estar largas horas pateando una pelota con completos desconocidos unidos por el amor al esférico. Una madre inexorable que alimentaba la timidez de su hijo dándole el gusto de preguntar ella si el nene podía jugar. Los juegos, la hamaca, la estatua que nadie dejó de escalar y el tren al que tantas veces saludó. Esas calles lo vieron nacer y lo hicieron crecer en compañía de amistades eternas y cruzándose con pibes de su edad practicando sus primeros robos.

            Mirando la lluvia desde una ventana abierta recuerda todo eso Joaquín. Ese, que a pesar de interminables esfuerzos por conservar su nombre, terminó por llamarse “Joachim” (ioajim). Se pregunta si alguna vez pegará el retorno definitivo, si dejará de mandarse correos con los amigos y comenzará a hablar por teléfono, si podrá volver a ser esa persona impuntual y despreocupada; volver a vivenciar esa relajación que marcaba su personalidad. Porque en el famoso primer mundo será todo perfectito pero nadie te ceba unos buenos amargos a la tarde del sábado. Falta espontaneidad, faltan impulsos incontenibles, faltan risas y sobre todo abrazos; faltan sorpresas de cualquier índole. Si hasta ya extraña lo impredecible de las calles un día de lluvia.

            Ella sonríe haya sol o ganen las nubes. Sonríe e invita a disfrutar. Soberbia muchas veces y creyéndose acreedora de ello. Nada es fácil, nunca es fácil. Sonríe a pesar de derrumbes, masacres, accidentes provocados por la impaciencia de quienes tanto la añoran. No la cuidan, lo sabe. No la cuidan y sabe certeramente que cuidada sería la flor más bella en jardines del olimpo. Paradójico suena que el cuidado no vaya de la mano con el cariño que le guardan porque ¿Quién puede no quererla? Tonos verdes adornan recuerdos grises de viejos enamorados.

            Cuando la primer lágrima cae de las grietas de la piel de Joaquín decide abrigarse. Luego de reprimir esas muestras de sensibilidad se vio vencido y lo mejor será salir. Toma todos los recaudos y mira hacia afuera: unos cinco alemanes aguardan en la puerta de un edificio que las líquidas estacas bajen su intensidad como si fuera la tormenta más fuerte que vieron en este milenio de apenas dos años. Recuerda a Buenos Aires. Simplemente toma un piloto y sale a mostrar su valentía y prepotencia sudamericana; total él sabe lo que es sufrir la lluvia y éstos no saben que son afortunados por mantener sus zapatos sin la tierra de abajo de los pisos. Sale a caminar con sus recuerdos y depresiones a cuestas y piensa en su Buenos Aires querido y cuándo lo volverá a ver.

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publicado por guidor88 a las 20:54 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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