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De vivencia pura
Blog de guidor88
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Entradas publicadas por guidor88
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14 de Mayo, 2014 · General

La vuelta

            Un día más en la tranquilidad de su verde. Definitivamente no añora los tiempos de caos en la urbe. Aún no ha amanecido pero sabe que pronto lo hará. Se lo dijo su abuelo una vez. Le indicó cómo con cada uno de sus sentidos podría percibir la “Dämmerung”, como él simplificaba ocaso y alba en una sola palabra de su tierra natal. Recuerda esos días sentado en el pasto contemplándolo a él, mate de por medio y mirada al horizonte. Con la enseñanza de la experiencia le contaba que usualmente la gente utiliza la vista para descifrar los cambios en el día, pero que, si se está muy atento y con la paz interior suficiente, cada sentido le anticiparía esos momentos únicos que se dan solamente cada 24 horas. Que el rocío en el pasto, que el canto de las aves, que la frescura del sol ingresando por la nariz.

            La vorágine capitalista y consumista lo obligó al desarraigo, lo obligó a partir y reemplazar el césped por el cemento y el alquitrán. Pero hoy es distinto. En busca de la paz interior, que tanto auguraba aquel viejo sabio, retornó a sus raíces, al lugar donde hay raíces, a los pastos donde lo oía durante interminables horas hasta que el crepúsculo se hacía sentir con tal magnitud que solamente la caprichosa luna permitía que se vean las caras ¿Pero qué hubiera sido de ella sin sus secuaces? Infinitas estrellas secundaban la marcha del círculo blanco y evidenciaban que no estaba solo en su cruzada. Quizás eran esas leales cómplices lo que más extrañaba de esas tierras donde aprendió a reír, a llorar, y por supuesto, a amar. Luego de años viviendo en la capital no logró una sola vez contemplar el cielo en su mayor expresión, el cielo real. Aquel que no precisa del sol para iluminarse, el que de noche simplemente baja un poco la intensidad de su luz, se torna tenue, romántico, lírico. Los autos esporádicos en la ruta le indican que aún continúa en un mundo con otros seres alrededor pero eso no lo intranquiliza. No pierde su serenidad por eventuales pasajeros apurados por alcanzar los lugares donde al llegar seguirán corriendo, dándose prisa. Pasajeros a los que su histrionismo no les permitirá considerar la vida con fidelidad a ella, haciéndole honor.

            Permanece sentado. Justamente en el mismo lugar donde escuchaba a su abuelo durante horas. Sin embargo, hoy, 43 años después, en su vuelta a su nido decide no mirar en dirección a la silla, sino al horizonte. Lo emula. Intenta ver como vio él. Intenta sentir como sintió él. Intenta desprenderse de todos sus pensamientos y entregarse a la voluntad de los grillos que no cesan, de las lampíridas hembras intentando atraer a los machos que por ahí acompañan. Y poco a poco observando el horizonte y a sus compañeros de la noche comienza a comprender el por qué de la sabiduría de aquel viejo que parecía hasta entender la causa de la vida y de la muerte. Siempre seguro, siempre audaz e informado acerca de las variadas temáticas que el nieto podría proponerle. Se mostraba firme ante todo, capaz de abatir cualquier desafío. Tal vez por eso Fernando no se dio los días necesarios para acompañarlo en el tramo final. Y aún se lamenta y se tortura y se odia y se odia y se odia. Lucrar, recibir papeles, recibir cobres, hacerse pasar por prestigioso, poderoso, y elegante fueron su prioridad y aquí está ahora. Sentado. Justo en el mismo lugar donde se sentaba a escucharlo a él. La primera lágrima no se hace esperar. Como cada vez que le otorga unos minutos de su tiempo. Se pregunta si algún día se perdonará no haber podido estrecharle la mano. Y sigue con la frialdad ¿Estrecharle la mano? ¡Abrazarlo! Abrazar a ese hombre calvo desde los primeros recuerdos y decirle todo lo que fue para él. Lo que es para él. Que determinó su vida, que la determina día a día aún sin estar corporalmente. Si ni siquiera su fallecimiento fue en vano. Fue exactamente ese punto en la línea de tiempo personal de Fernando el que lo sepultó en la miseria. Una miseria que ya no era solamente humana, sino que ahora también era económica. Sin embargo llegó a tiempo para rescatar a lo poco que quedaba de persona en él y lo trajo de nuevo acá, a la superficie que compartió con él. Al lugar donde le expresó su cariño por última vez a su abuelo. Sin palabras, es verdad, pero seguro lo percibía. Porque cualquiera percibiría un amor tan inmenso, una admiración tan descomunal reflejada en ojos de ilusión. Y más su abuelo que todo lo sabía. Por suerte su pobreza económica llegó en el momento justo antes de que muera lo que quedaba de su alma y le mostró lo verdaderamente importante en la vida. Por supuesto que sus antiguos amigos lo recibieron con los brazos abiertos, sin rencores. Así es la gente del campo. Quizás por una característica sobrenatural innata entienden más los alejamientos, las distancias. Comprenden los distintos caminos que las personas intentan abrirse y cuando regresan no las juzgan. Las quieren, las protegen, les hacen sentir que todo va a estar bien. Y va a estar bien. Porque los que retornan descifran a la brevedad que las preocupaciones del mundo consumista son banales, triviales. Que el sentido de la vida se explica en las personas y sus sentimientos, sus sonrisas y sus besos.

            Y ahí está sentado Fernando. Mirando el horizonte. Pensando en ese abuelo que no pudo despedir. Recordando todas las tardes que pasó junto a él. Y tal vez si no hubiera estado enceguecido habría aprovechado más sus años experimentados, lo habría valorado más, o mejor dicho, le habría demostrado más su aprecio. Tantas cosas perdió Fernando en el camino. No deja tampoco de recordar a Lurdes, aquella muchachita que sufrió la encrucijada en la que él creía encontrarse: “mi carrera profesional o ella”. Poco le importó que ella hubiera dejado todo por él. Se fue de la casa de sus padres a la gran ciudad argumentando que estaba siguiendo el sueño de su vida. Que siempre quiso ser abogada para corregir esta sociedad injusta y cruel. Él sabía que de todo eso la única realidad era la de seguir el sueño de su vida. Casarse y tener hijos con el amor de su infancia. Sobre todo fue bastante elocuente cuando no pudo pasar el ciclo básico pero permaneció en Buenos Aires mintiéndoles constantemente a sus padres acerca de su éxito académico.  Y a la hora de tomar una decisión el billete pudo más.

            Así está ahora. Así mira el horizonte. Solo. Sin su abuelo, sin su novia, solo. Se dejó llevar por el torbellino del éxito y lo perdió todo sin siquiera saberlo. Al menos le queda algo de humanidad. Por lo menos todavía entiende que se arrepiente de su accionar. Por lo menos mira el horizonte en el campo y al escuchar a los grillos y ver a las lampíridas se arrepiente por haber perdido la paz interior que le permitiera anticipar el alba y el ocaso. Mira el horizonte que alguna vez miró su abuelo al conversar con él durante horas, contándole absolutamente todo, evacuando todas sus dudas, explicándole por qué una persona es más feliz cuando ama que cuando tiene. No supo escuchar el mensaje. O tal vez sí lo supo escuchar pero su memoria lo traicionó y se dejó llevar.

            Allí está Fernando. Sentado exactamente en el mismo lugar donde solía sentarse para escuchar a su abuelo hasta que solamente la luna y las estrellas les permitieran verse las caras. Ahora es él el que mira al horizonte. Ahora es él el que piensa y reflexiona. El que recuerda hechos del pasado, el que se lamenta. El que piensa en Lurdes y lo feliz que lo hacía cuando lo obligaba a abstraerse del mundo mediante besos interminables y pasiones de cama que acababan con los tiempos. El que piensa en el viejo sabio. El viejo que siempre todo lo supo, que siempre lo guió pero al que fue incapaz de acompañar en sus últimos días, cuando poco a poco se iba, cuando más lo necesitaba, cuando más necesitaba su abrazo y su te quiero.

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publicado por guidor88 a las 10:33 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
11 de Diciembre, 2013 · General

Pautas de convivencia

            Odio cuando sonreís. Te juro que odio cuando sonreís. Problema mayor es cuando todo se convierte en risa. Cuando no te podés contener y abrís la boca y emitís el sonido de una carcajada. Odio eso. Tendríamos que establecer ciertas reglas en esta relación porque así las cosas no van a prosperar. De esta manera en cualquier momento terminamos agarrándonos de los pelos, insultándonos hasta por los codos, y no queriéndonos ver nunca más. No hay muchas cosas que quiera que cambies, no te voy a mentir. La realidad es que bastantes de las peleas que tenemos son por inseguridades mías, cosas de mi cabeza, historias que me invento, y celos infundados. Pero hay cosas que sí tenés que cambiar. Y te lo digo por el bien de nosotros, no se trata sólo de mí. Creo que esta relación nos hace bien a ambos y los dos queremos que todo esto continúe pero para llegar a esa ansiada meta tenemos que fijar ciertas pautas. Es verdad que de algún modo ahí perderíamos espontaneidad, perderíamos un poco de sorpresa. Se vería cercenada nuestra libertad y no seríamos nosotros en nuestra máxima expresión. Pero es por nuestro bien o, mejor dicho, por el bien de la relación. Después está la posibilidad de que te canses, o ya te hayas cansado, y no te interese seguir conmigo. Pero bueno, intento descartar eso porque no me haría bien y el solo hecho de pensarlo me deprime hasta las lágrimas (y no soy exagerado como vos siempre decís, lo pienso y se me llenan los ojos de lágrimas. Estaría bueno que estés acá y lo vieras pero bueno, no estás. De hecho no podría estar escribiendo con vos acá porque me desconcentrás).

            Pero me estoy yendo por las ramas y quería pautar ciertas reglas, ciertos procedimientos, ciertas directivas que nos van a llevar a relacionarnos mejor. O al menos a que ciertos factores tediosos o molestos de la relación cambien para bien. Deberíamos hacer una lista de acciones a cumplir. Sí, me vas a salir de nuevo con lo de la libertad y que no seríamos nosotros mismos, lo sé y coincido. Pero es de la única manera que veo que la relación puede seguir. Si no estamos en graves problemas, esto no da para más. Nos deberíamos ir despidiendo antes de terminar enemistados y deseando no verlo al otro ni en figuritas.

            Y como te decía antes, odio cuando sonreís. Creo que esa debería ser la primera pauta que fijemos. El punto número uno en la lista. “No sonreír cuando estamos peleados”. Esa. Exactamente esa debería ser la redacción. Breve, concisa. Cortita y al pie. Tiene toda la información necesaria, ni más ni menos. Porque tampoco es que no quiero que sonrías nunca, el problema es solamente cuando estamos peleados o peleando. Hasta me parece ventajero que lo hagas. No es correcto desde ningún punto de vista. Ya debería anotarlo en la lista. Porque sabés que sonreís y me desarmo. Me desplomo y soy una simple tela que podés llevar de acá para allá. Sólo con tu sonrisa. Me rindo a los pies de tal acto de belleza, de inmensa y profunda magia, y me entrego. Y soy tuyo. Soy completamente tuyo para que hagas y dispongas como te parezca. Para que sigas sonriendo o me critiques o me beses o me grites. Ya ahí nada importa, nada es relevante. Ya nada siento, más bien. Perdí. Perdí por completo. Porque sonreís y siento que caigo, que me deshago. Entonces me parece injusto que si estamos discutiendo y tengo un buen argumento y tengo razón, me salgas con una sonrisita que me hace olvidar hasta qué día es hoy y dónde estoy parado. No está bien, eso no es jugar limpio. Porque me veo obligado a mirarte con ojos de tonto, a derretirme con esa sonrisa y simplemente abrazarte y decirte que te odio. Besarte y decirte que te odio. Que odio tu sonrisa. Que odio cuando sonreís. Que odio cuando me hacés bajar la guardia aprovechando que contra eso no puedo. Que contra mi amor no puedo. Odio cuando sonreís. Te juro que odio cuando sonreís.

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publicado por guidor88 a las 12:35 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
24 de Octubre, 2013 · General

La historia la escriben los que ganan

- ¿Vos, vos sos...?
- Sí, soy yo.
- Pe... Pero vos ...
- "No deberías estar acá", ya sé. Me lo dicen todos. C'est la vie, pibe. O c'est la mord.
- Pero se supone que debería estar justificada nuestra presencia acá.
- Y... No es tampoco de las mayores injusticias del mundo. Yo tuve mis cosas, pibe.
- Pero salvaste al tipo más importante de América del Sur ¿No es suficiente motivo para ir arriba?
- ¿Ah sí? ¿Y eso quién te lo contó?
- ¿Lo de los motivos? Yo qué sé, se parte de esa base, es cuestión de merecimientos.
- No, pibe, lo de ese salvataje heroico.
- No sé, los libros, la gente en general. Es algo sabido por todos. Si hasta te dedicaron una estrofa de una marcha.
- Sí, me parece la mejor parte de la canción pero está plagada de mentiras.
- ¿Cómo mentiras? No hay un libro, no hay persona que lo retruque.
- Pibe, ¿Vos te comés todo lo que te dicen? Ya entiendo qué hacés vos acá. Uno tiene que dudar de todo, lo único real es lo que sos y lo que sentís, el resto es gilada.
- ¿Pero entonces vos no lo salvaste?
- ¿A José? ¡Ja! José me odiaba. Ojo, no me quitaba el sueño tampoco. Además tenía sus razones, no comparto, pero yo qué sé.
- Definitivamente no entiendo nada.
- No entendés nada porque te encerrás en tu burbuja. "Soldado heroico...". Ya vas a escuchar en las duchas cómo Adolf y Benito me joden con eso.
- ¿Pero entonces no lo salvaste?
- Uf... María era una mujer bellísima ¡Un cuerpazo que mamadera! Lo que se dice "una vedadera yegua". Los ojos de María, gurí, los ojos de María...
- ¿Quién es María?
- Pará, nene. En el verano del 13 nos cruzamos en lo que hoy en día es Playa Grande. Yo estaba con un par del ejército y ella con su familia. Era una nena para ese entonces pero a mí me volvía loco ¡Una adolescente de la hostia! ¡Firme como rulo de estatua! Y ella mirona, eh. Ninguna boba la pebeta. La cuestión es que me fui a comprar un pancho a un puestito que había por ahí y me la crucé a María que iba a buscar la pelota del hermano que la habían dejado en el sulqui. Y así, con esta cara de boludo que ves, ni lento ni perezoso la piropié y me sonrió ¡Qué sonrisa, pibe! ¡Qué sonrisa!
- ¿Otra vez hablando de esa "María"? ¡Dejate de joder, soldado heroico, vos estabas enfermo y fuiste a buscar Remedios!
- ¡Callate, gil!
   Como verás acá se dice mucha boludez. Bueno, ahí activé con la piba y esa misma noche salimos. Dos quilombos: Escaparme del campamento, y salir con una piba que todos conocían. Una solución: Caminar por la playa y quedás como un champion.
   Ahí empezamos a salir. Siempre a escondidas obvio. No se podía enterar nadie. El tema es que el ejército es un puterío y José no tardó en enterarse de que salía con su "primita". "Primita", decía él. A juzgar por mi experiencia, tenía más polvo que camino de tierra. Ahí me agarró y admito que casi me mata. Vinieron los muchachos a separarnos y quedé internado una semana. Justo diez días antes de la Batalla de San Lorenzo. Y esto en la canción no te lo dicen pero yo siempre fui del Globo. Tenía unas ganas de ganar ahí... Pero el turro me hizo la cama. Claro, estaban todos con él. Así como engañó a los gallegos, me engañó a mí. Me dijo que convenía que me quede en el cuartel, que tenía que rehabilitarme. Que había hablado con María y entendió y ahora no quería que mi daño sea mayor. Te juro que el hijo de puta tenía una labia... Entré como un caballo.
- O sea que...
- Sí, me mandó a matar.
- Pero entonces, ¿En qué se funda la Marcha?
- José no podía mancharse así, ni por su gente ni por la familia, así que aprovechó y me mandó unos tipos que ya me la tenían jurada.
- Pero se arriesgaba a que lo delaten.
- Jamás. Muy pillo él. A los tipos les hizo un favor.
- ¿Qué pasaba? ¿Otra prima en el camino?
- No, me mandó a la barra del CASLA y no la conté.
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publicado por guidor88 a las 22:58 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
15 de Octubre, 2013 · General

Casualidad


                ¿Pero vos pensás que es casualidad? Claro, porque seguramente a todo el mundo le pasa lo mismo. De hecho, por eso el mundo de los noviazgos es perfecto. Las parejas se pelean por cualquier boludez y terminan arreglándose al toque porque se aman un montón. Sí, seguro,  siempre es así. No me mires con esa cara de sorpresa. Con esa cara de “dale, dejate de joder, ya sé que estás siendo sarcástico”. Si te das cuenta que estoy hablando con ironía, ¿Por qué no te das cuenta que esto no es normal? Es que de última pensá en tus otras relaciones que, por suerte para mí, terminaron en nada ¿Pasaba esto? Bueno, a mí no me pasaba, no me pasó, sí me pasa, sí me va a pasar ¿No te das cuenta que hace cinco minutos nos estábamos peleando y ahora nos miramos y no aguantamos las ganas de darnos un beso? ¿Sólo yo me doy cuenta?

                ¿Vos pensás que es casualidad? Yo no, la verdad. Para mí no es algo cotidiano, algo que pase todos los días. Porque te miro y el mundo se destruye silenciosamente. Se da cuenta que pasó a un segundo plano, que ya no le importa a nadie y se va, intenta llamar la atención en otro lado porque sabe que entre nosotros nunca va a tener un rol protagónico. Me imagino al mundo agarrándole la mano al tiempo y diciéndole “Dale, dejemos a estos dos idiotas que se hacen los invencibles. Nunca nos van a ver, están en otra”. Y no, no los voy a ver. No mientras la vea a ella. Sé que ustedes tampoco verían nada si la ven a ella. Si ven cada detalle de su cuerpo y de su ser. Sé que no verían nada si se plantan en sus ojos verdes naturaleza. Que los árboles y todo contorno natural pasaría a ser obsoleto si se detienen en las formas de su cuerpo. Que Dios existe si contemplan cada aspecto de su personalidad, pero él no es la gran cosa, la perfección está frente a sus ojos. La única razón de las sonrisas del mundo. Su sonrisa, sus ojos, su voz. Chau, tiempo, chau, mundo. Tengo cosas mucho mejores que hacer que andar lidiando con ustedes. Así les diría a ellos. Porque para mí no es casualidad. Porque te miro dos segundos a los ojos y nada es casualidad. Porque te miro dos segundos a los ojos y todo es real y todo es vida y todo es amor y todo es mi vida. Porque me mirás y me sonreís y nada de lo que hasta ahora existió existe. Nada. Nada de nada. Sólo vos. Sólo yo.

                Porque te tengo y me desespero y no te tengo y me desespero. Extraño tu cuerpo, tus manos y tus besos de café. No puedo evitar la mirada parsimoniosa cuando tu voz se hace oír como un celestial canto de ángeles. No puedo evitar la reacción desaforada cuando siento que mi cuerpo estalla, que no tiene más lugar, que todo el amor o al menos un poco de él debe salir porque no cabe en un envase tan pequeño. Porque me mirás y me sonreís y nada de lo que hasta ahora existió existe. Nada. Nada de nada. Sólo vos. Sólo yo.

                No, no es casualidad. Se llama amor. Y es el más grande. No te preocupes, no tenés que avisarle a nadie. No tenés que contarle a nadie. Todos se dan cuenta cuando nos ven. Cuando te ven, cuando me ven. Cuando nos ven. Todos se dan cuenta. Es amor. Y es el más grande.

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publicado por guidor88 a las 22:49 · 1 Comentario  ·  Recomendar
 
08 de Septiembre, 2013 · General

Mutuamente

                A juzgar por el nivel de oscuridad, la noche ya le había puesto hacía un rato largo un manto delicado de terciopelo a un sol que se negaba a retirarse. Aquel que habitó en nosotros durante toda la jornada y del que sentíamos todavía su omnipresencia. El que habitó en nosotros durante toda la jornada, los días ya transcurridos, y se proponía continuar en nuestra historia a la par. La cortina blanca no cubría por completo la ventana y  a través del hueco que dejamos por olvidar la persiana alta se veían las estrellas que en vano se proponían iluminar la noche con olor a lluvia. La oscuridad primaba en el cuarto pero yo te veía. Yo te miraba. Te apreciaba. Llegaba una vez más a la conclusión que llego cada día de mi vida: “No puedo creer que esta mujer me haya elegido a mí”.

            La brisa nocturna ambientaba la situación poéticamente. De haber tenido un papel y una birome cerca habría escrito la historia de amor más hermosa jamás contada. La veía en tus ojos ahora cerrados y parsimoniosos. En la lírica de tu cuerpo armonioso en su totalidad. En mi recuerdo de tus te amos y tus sonrisas sin fin. En mi recuerdo de los dos amantes en cuerpos desnudos acostados sobre tus blancas sábanas mirándose mutuamente absortos. Sin posibilidad de emitir sonido, sin posibilidad de adjudicarle un sentimiento, una palabra a todo lo que sucedía ahí. Miradas que se cruzaban incrédulas, felices e idílicas. Enamorados.

            Y en algún momento pensé en pedirte perdón. Allá por los comienzos. Cuando pensé que eras todo lo que mis ojos veían. Ingenuidad en su máxima expresión. Si tu imagen hubiera encallado en ese momento quizás hoy no estaría mirándote en la oscuridad y sintiendo que el corazón me pide a gritos salir para ir con su verdadera dueña. Si aquella vez te hubiera pedido perdón, hoy debería escribirlo en el cielo por todos los instantes que te arrebato. Por cada tarde juntos, cada mañana abrazados, cada noche de amor. Te observo en la noche y me pierdo en tus detalles. En tu cuerpo, tu rostro y las palabras que cada día me regalás. Allí por fin concluyo en que no puedo escribir tal historia que me proponía. Que ya se escribirá en el aire a medida que pasemos los años tomados de la mano y cuidando nuestros corazones. Mutuamente.

            Me alejo unos milímetros para contemplarte con mayor amplitud y confirmar una belleza que no precisa confirmaciones ni reconocimientos. Que se sabe belleza, que se sabe afrodisíaca e interminable. Es entonces cuando en mi rostro quizás aún un poco dormido se dibuja una sonrisa, pienso en todo lo que te amo, te doy un suave beso en la mejilla, pongo mi brazo por sobre tu cuerpo y vuelvo a dormir.

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16 de Julio, 2013 · General

La lluvia de Londres no moja

Londres, 24 de marzo de 2013

Querido Mateo:

                        Hijo querido. Espero que la familia ande bien. Me contaron que la panza de Agustina está que explota y el cuarto ya lo tienen preparado. Me imagino que Tomi debe estar más celoso que nunca pero qué lindo es estar rodeado de tu gente. Sabés que nunca me adaptaré a las nuevas tecnologías, así que supongo que no te sorprenderá recibir al cartero en tu casa. Sé que seguís viviendo en la calle Jaramillo. Sé que vas a recibir la carta. Tal vez tu recuerdo impida nuevamente que reciba unas líneas tuyas y aún te entiendo, hijo.

                        Sin embargo te escribo. Te envío una carta y, como te conozco, sé que al menos la vas a leer y con eso me alcanza. Porque vos sabés que hay ciertas cosas que sólo puedo hablar con vos. Determinadas situaciones que vos ves igual que yo porque siempre intenté darte lo mejor de mí y definitivamente lo que más te inculqué fue el amor por la pelota. Quería contarte que tu hermano está enorme. Ayer debutó en la quinta y fue soñado. No sabés lo que juega este pibe, Mateo. En el club se habla de ya hacerle un contrato y te imaginarás que se me cae la baba ¡Estos ingleses encima son de madera! Y claro, llega acá un pebete inglés pero con venas argentinas y la deja chiquitita. Ayer llovió acá como cada día de las últimas dos semanas. Lo particular es que ayer la lluvia no mojaba, hijo. Salieron a la cancha y James parecía estar jugando acá en el patio que tenemos con Marie. La pedía, tocaba, iba a buscar, gambeteaba. Completito. Lo trascendental pasó allá por el minuto 30 del segundo tiempo. Partido trabado, feo, mucha pelota al aire y juego de cuerpos. Empate sin goles, aburrido. Saque de arco para el Tottenham. El arquero sale jugando con el 4 y James la baja a pedir en posición de 5. Cómo me recuerda al Diego, cómo se para este pibe. Cómo recibe y se da vuelta. La cuestión es que la puso abajo de la suela y tocó con el 8, picó y la pidió de nuevo. Obvio que se la dieron, el pibito la mueve. Le llegaba la bocha y la dejó pasar y, cuando en ese movimiento el 5 de ellos quedó pagando, me di cuenta que algo fantástico iba a pasar. Encaró por el medio con pelota dominada y parecía que iba a sacar un zapatazo. Ahí enganchó para la derecha y la barrida del 6 quedó como vergonzosa. Mateo, levantó la cabeza y acarició la pelota con el bordo interno y produjo el encuentro del balón con una parte de la red que seguro nunca había sentido el cuero. Mateo, miré al cielo y pensé en vos, pensé en tu vieja y mis nietos. Te juro que la lluvia no mojaba. Te pensé mirando al cielo y mis ojos cedieron y derramaron alguna lágrima. Te extraño, hijo. Tu hermano metió el gol más importante de su carrera y yo sólo pensé en que habría sido soñado que estés acá y lo disfrutemos juntos como disfrutábamos allá con cada enganche de Garrafa. Londres no tiene nada que ver con Lafe. Llueve siempre, no hay mate, el transporte funciona de puta madre y las casas de los pobres no tienen techo de chapa. Estoy mucho mejor, sí, pero te extraño, hijo. Te extraño y quiero ver a mi nieto y mi futuro nieto y a mi nuera.

                        Dudo recibir una respuesta pero sé que al menos te transmití con claridad lo que siento. Sé que se te piantó un lagrimón con lo de Garrafa. No me olvido que ese loco era tu ídolo mayor. No me olvido de cuando te regalé su camiseta y no te la sacabas ni para bañarte. Tal vez algún día me entiendas y podamos festejar un gol hundiéndonos en un abrazo eterno como el día que volvió él por amor a nosotros. Tal vez así vos vengas o yo vaya. Por amor. Te extraño, hijo, la pelota no llega igual si no me la pasás vos.

Con amor.

Tu papá

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publicado por guidor88 a las 14:19 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
02 de Julio, 2013 · General

Ante cada vista

            Tus ojos se posan en los míos. Vos sabés lo que va a pasar. Yo sé lo que va a pasar. Después de numerosas sonrisas que me esforcé en robarte, en arrancarte, en arrebatarte para hacer de mi existencia algo ideal al menos por segundos, tus ojos se posan en los míos y los dos sabemos lo que va a pasar. Y tal vez si el momento durara más, se verían gotas de sudor bajando por mis sienes, se notaría el calor debajo de mis brazos, mis nervios me jugarían una mala pasada y titubearía en la primer situación en que se me exija una reacción. Pero el momento no dura tanto. Son sólo segundos. Son segundos que en mi cabeza duran años. Segundos que generan tantas sensaciones, tantos sentimientos, tanta adrenalina que podrían escribir su propia historia. Y todo esto sólo por el amor. En esa sencilla palabra de cuatro letras se resume todo esto. Porque lo conozco, sé de qué se trata, no me es ajeno, y lo reconozco. Lo escuché asomarse aquella noche en que nos dimos nuestro primer beso. Me palmeó la espalda cariñosamente cuando te invité a salir solos por primera vez. Me dio un beso en la mejilla y me dijo: “Esto es un camino de ida”, cuando tuve el placer y el orgullo de acariciar tu piel sin ropas durante horas. Lo conozco, me conoce, sabe lo que siento, sabe que está presente, sé que lo está.

            Y el amor a primera vista no existe para mí, pero sí hubo algo que me mostró que eras distinta. Y tal vez a primera vista no existe el amor pero un amor que se refleja ante cada vista es mucho más fuerte, de eso no me cabe ninguna duda. Porque ante cada vista, ante cada mirada, viendo cada uno de tus movimientos puedo sentir el amor golpeando en todo mi cuerpo, marcando territorio, haciéndose sentir e insistiendo en que está presente y no se irá. Con vos además no se impacienta, se sabe vencedor, se sabe asentado. Cada segundo que se fija en mi cabeza, en mi corazón y en mi propio cuerpo confirma que no hay lugar para nada más. Una u otra actividad podrán ser efectivos pasatiempos pero nunca ocuparán tu lugar. No es casualidad que tu sonrisa sea una presencia constante en mi imaginario y mis ojos me insistan para verte otra vez. Mis labios te extrañan, mi cuerpo te añora, mis manos te necesitan para sentirse vivas.

            Y tus ojos se posan en los míos. Y vos sabés lo que va a pasar y yo sé lo que va a pasar. Y tal vez este sea el momento más hermoso. No el más hermoso de este día, el más hermoso de la vida. Y no el más hermoso de mi vida, el más hermoso de la vida del ser humano. Esa persona, esa mujer, ese ser increíble e incondicional se acerca a vos. Lentamente, de manera muy leve levanta su mano derecha y te acaricia la cara. Te mira fijo a los ojos a milímetros de distancia. La acariciás, tratás de darte cuenta de que es real, que no estás soñando. La acariciás, ella te acaricia. En un segundo que merecería ser eterno ambos cierran los ojos con suavidad y se funden en un beso eterno y precioso que le da sentido a la vida.

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Palabras claves
publicado por guidor88 a las 00:34 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
16 de Junio, 2013 · General

Pecho frío

Hay quienes dicen que les gustaría morir en un escenario, desplegando su arte, haciendo lo que más les gusta, mostrándose tal como son. Álvaro Martín Trepussi, número 5 aguerrido de poca gambeta pero mucho corazón, amado por los suyos y odiado por extraños, se puede jactar de ello pero yo creo que , si su alma se alejó de él para visualizar objetivamente el momento, debe estar revolcándose en su tumba y descansando en guerra.
"El Alva" para los del barrio, "Soda" cuando ya de adolescente se dedicó al negocio familiar, "Trepu" para los de Atlético Despeñaderos o "Corazón de león" para los fanáticos de Los Simpson. De innumerables nicneims gozó Trepussi durante su exitosa y acompañada vida. Por supuesto tenía a sus detractores de la vereda de enfrente, Los hinchas de Ferrocarril Central Alberdi jamás pudieron aceptar el amor de Trepu por la casaca blanca con la gloriosa franja azul marino atravesando el pecho. Nunca lograron superar el hecho de que sus rivales de toda la vida hayan tenido a ese ídolo que vivió toda su carrera a su lado, codo a codo con los desaforados 15 000 fanáticos del pueblo que la década del 90 hizo fantasma. Ni lentos ni perezosos en Alberdi también lo apodaron al gran mediocampista central. El clásico "perro" no se hizo esperar. Con el correr de las temporadas, por Trepu pasaron casi tantos animales como en Temaikén: "burro", "caballo", "mono" y, ya sobre el final de su carrera, cuando la palabra comenzó a popularizarse entre adolescentes y ex convictos, "gato". Sin embargo, tal vez el DNI de la estrella en cuestión haya llegado a su auge cuando un perspicaz políglota lo llamó: "Eh! Tre' concha'". El sobrenombre tardó un tiempo en alcanzar popularidad por lo elevado de su nivel académico para los habitantes de un pueblo que carecían de habilidades idiomáticas.  De todos modos, con las nuevas generaciones, cuyo interés por la lengua de las Falklands aumentó considerablemente gracias a este anónimo fanático, el apodo pasó a predominar.
Trepussi alcanzó la gloria en aquella liga regional cordobesa cuando Despeñaderos salió "quinto en la tabla que indicaba los partidos jugados de local". Así lo enunciaban los fanáticos del Atlético mientras inflaban el pecho. Por supuesto en la tabla general no corrieron con la misma suerte: un mediocre décimo puesto evidenciaba la mejor campaña de su historia pero que no era digna de mencionar con orgullo. Trepu fue el 5 de ese equipo con más sangre que fútbol. El abanderado de la técnica en el plantel era "el carnicero" Pastrán, quien se había ganado el apodo por tener "los mejores cortes del pueblo" en su carnicería que dicho sea de paso era la única que había. La Comisión Directiva por ello intentaba, a veces sin suerte, jugar viernes o sábado ya que todos querían comer un buen asado el día que Dios descansó, y domingo de fútbol era equivalente a un domingo de pascua a pura merluza. Pastrán era el eje de las críticas cuando su equipo perdía un domingo, pero, por alguna razón, en el periódico local los reclamos terminaban aludiendo a su avaricia por no contratar a un empleado que lo suplante en el negocio o cuestionaba por qué nunca había tenido un hijo que lo pueda ayudar. La fama de Trepussi, no obstante, tuvo su pico más alto cuando en la fecha 26 Atlético Despeñaderos se enfrentaba al puntero y favorito, ya que a falta de cuatro fechas le llevaba dos puntos a su perseguidor más cercano. El rival del día y de toda la vida era el bien conocido Alberdi. El conjunto del tren llegaba soñando sellar su participación en el Argentino "B" contra su histórico rival luego de un torneo que lo tenía como evidente campeón gracias a su habilidoso enganche Di Costa que venía de la liga salteña. Alberdi arrastró el temerario número de 500 personas hacia la cancha de un Despeñaderos que todo lo que quería era que no les toquen la pelota en la cara y ante su gente. El partido empezó trabado y feo, con mucho pelotazo al aire y mucha patada sin sancionar ¿Para qué engañarse? Como todos los partidos de esta liga paupérrima. Como todo equipo sin recursos, el local pudo haberse puesto en ventaja luego de dos pelotas paradas, mientras que el puntero tuvo la misma cantidad de jugadas gracias a pelotas del salteño que hacían recordar al "Máquina" Giampetri en sus mejores épocas. El match cambió su rumbo cuando "se bajaba el telón del segundo acto" como habría dicho algún relator si a alguien le hubiera interesado que ese partido se relate. Corría el minuto 43 y "el carnicero" Pastrán era el encargado de ejecutar el tiro de esquina. Despeñaderos iba con todo al área rival y dejaba en el mediocampo sólo a su arquero y para el rebote esperaba Trepussi expectante. El cabezazo nunca fue lo suyo. 1,71 metros no colaboraban con su escaso poder goleador. La única vez que había marcado había sido en una definición por penales en la que ejecutó un fusilazo al medio del arco de un arquero que atemorizado ante la violencia del remate sólo atinó a correr su humanidad del lugar. El centro de Pastrán quedó corto y las gradas se silenciaron cuando Sánchez, el 8 de Alberdi, le tiró un pelotazo largo a Di Costa que salió de su área como un rayo. El silencio terminó por asemejarse a la calma que antecede al huracán. Las tribunas comenzaron a ponerse de pie y gritar fervorosamente alentando a su número 5 raudo y tosco para que llegue a cortar ese pase. Pero Trepussi no lo logró. Sospecho que sabía que no lo iba a lograr. Entonces en un acto de valentía y caradurez se arrojó  con las piernas para adelante encontrándose en su camino la tibia y el peroné del joven salteño, cuya carrera terminó ese día. "¡Cárcel!" Se escuchaba en la tribuna visitante. "Sos un anti fulbo, tre' concha'". La expulsión de Trepussi nose hizo esperar pero Alberdi perdió a su figura, luego el partido y finalmente el torneo. No pudo ganar ninguno de los cuatro partidos restantes. Hubo quienes se aventuraron a solicitar una estatua de Trepu en la plaza principal dejando a un lado la de San Martín. Se barajó la posibilidad de bautizar con su nombre a una tribuna y en el pueblo recibía regalos de todos lados. Se le ofreció un palco para las seis fechas que lo suspendieron por tremendo patadón. Claro que el estadio no tenía palcos así que siguió mirando los partidos desde afuera simplemente.
Nunca perdió su corazón, su garra, su sacrificio. Siguió entregándose al máximo partido a partido y alentando a sus compañeros y rechazando a aquellos que jugaban sin ganas. Pero las historias de los héroes no siempre finalizan comiendo perdices. Ante un fuerte dolor en el pecho luego de un apasionante 0 a 0, la consulta con el médico arrojó el peor resultado: "Usted se sobreexige demasiado, tre' concha' (el doctor era fanático de Alberdi). Corre mucho, pone mucho, y nada es gratis en la vida. Hay gente que por una fractura de tibia y peroné no jugó nunca más por ejemplo", el doctor levantó sus palmas encarándolas hacia arriba y con la boca hizo una mueca de "¿Qué se le va a hacer?". "A mi juicio usted no puede jugar más al fútbol a nivel profesional". Sin rodeos, sin consuelos, sin piedad. Así se lo comunicó el médico. No estaba dispuesto a abandonar la práctica del deporte más hermoso del mundo (siempre le gustó citar a Luis Omar Tapia) pero temía por las consecuencias. Fue así como al siguiente partido terminó la historia de Álvaro Martín Trepussi. Tiro de esquina para Despeñaderos y contragolpe del equipo visitante a toda velocidad. El corazón de Trepu no le puedo seguir el ritmo al mítico 5 y cayó desplomado en el verde césped. Poco a poco todos se fueron percatando de lo que estaba pasando y se consolaban pensando que seguro él lo habría querido así. Morir en su escenario. Por suerte el latir no le dio tiempo de ver el gol que les clavaban de contragolpe y por suerte no le dejó enterarse de cómo cayeron en la cuenta de que había fallecido: tenía el pecho frío.



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30 de Mayo, 2013 · General

Cada mañana

Febo le anunció que su potencial familia se estaría levantando. Renata, su amor de la infancia, se encargaría de despertar a Matilda y Ezequiel ¿Quién mejor que ella para hacerlo? Con su dulzura tiñe todo ambiente que atraviesa con un tono verde esmeralda digno de los ángeles. Rafael podía imaginar cómo sus hijos iban a extrañar ya de grandes el beso de su madre al amanecer. Cómo extrañarían el "que sueñes con los angelitos" en la penumbra de la habitación previo a una noche de descanso para ir enérgico al otro día a la escuela. Porque serían conscientes de la importancia de la educación, de cuán vital es en el mundo actual dotarse de una base para afrontar el futuro. Ni que hablar de las amistades eternas que podrían forjar, esas que Rafael ya no tiene. Porque nadie lo visita, ya posiblemente todos lo olvidaron. No los culpa, se sabe con responsabilidad y simplemente los extraña. En momentos de nostálgica escritura recuerda a los chicos del barrio. Se acuerda del fútbol de vereda a vereda. Los mejores arcos jamás inventados con buzos y alguna vez con piedras. La pelota que después de horas de patear apenas veían por falta de luz solar. Pero a ellos no les importaba. El partido terminaba cuando las madres les decían por tercera o cuarta vez que vuelvan a la casa, que ya era tarde, que todavía se tenían que bañar y la comida ya casi estaba. Se acuerda de los autos. No pasaban muchos pero tenían la maldita costumbre de frustrar los mejores ataques. A Iván lo siguió viendo, durante un tiempo seguían juntándose en el barrio. Con él fue que fumó por primera vez y fue siempre con él que compartió sus problemas, alegrías y oscuridades. Ya de grandes se vieron poco. Rafael recuerda unas cuatro o cinco veces y no está seguro de si no está exagerando y duplicando o triplicando algunas de las visitas. Sin embargo lo recuerda como el más leal, no puede culparlo por cómo bajó la frecuencia de sus encuentros.
Renata los despertaría luego de que él la besara a ella al despertar. Cada mañana con un beso suave y un "buen día, mi amor". Ella a lo suyo y él a preparar el desayuno para los cuatro.Se lamenta por no haber estudiado una carrera universitaria. Esas que sólo nombrarlas alcanza para sentirse importante. A la vieja le habría gustado. Se le habría inflado el pecho como cuando Tere terminó el colegio. Claro, después de la decepción porque Rafael abandonó, que la nena no haya seguido el ejemplo del hermano era digno de festejarse.A Tere también la extraña. Tuvieron sus peleas, sí, y le molesta en demasía que no le dejen ver a sus sobrinas, pero no por eso deja de ser su hermana. La hermana que no le contó a mamá quién rompió el control de la tele, la que jugaba de chiquita a la pelota porque él no podía ir solo a jugar a la calle, la que aquel día, antes de que se fuera, le dijo que se cuidara. Elena y Elsa debían estar enormes ya. Si las cuentas no le fallaban, tenían que estar en los doce y diecisiete años. Elsa debía estar en su último año escolar.
Una y otra vez Rafael repasó la situación.El orden de los hechos. Una y otra vez se recriminó, se torturó. De casa a lo de Joaco, de lo de Joaco a la concesionaria. A Reni no le habría gustado que haga eso. Pero en ese mundo que soñó y que sueña día tras día Rafael, él estudió. Él consiguió un trabajo y es capaz de mantener a sus hermosos hijos que afortunadamente sacaron la sonrisa y los ojos de la madre. En esos momentos oníricos él nunca perdió a su amigo en el asalto, él nunca le disparó al custodio del local.

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publicado por guidor88 a las 23:00 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
01 de Mayo, 2013 · General

Te iba a pedir perdón

Te iba a pedir perdón pero me arrepentí. Nada hay que me avergüence. Al menos nada de lo que haya hecho ese viernes. Bueno, sí, tal vez la última cerveza estuvo de más y la anterior es discutible pero después estuve bien. No veo un error, no veo algún problema. Aparte al fin y al cabo vos te la buscaste. Yo andaba por la vida sin joder a nadie, solamente sonriendo e intentando hacer sonreir. No tenías nada que hacer ahí. Pero terca como sos, te cruzaste igual ¿Y qué querés que te diga? No me arrepiento.
Sé que tal vez no fue un buen momento para vos pero eso me generaste. Ojo, al otro día estaba bastante revolucionado y no sabía bien qué hacer. De hecho ahí fue que se me ocurrió pedirte perdón. Pero ¿Sabés qué? No me arrepiento de nada. Sí, así como lo escuchás, no me arrepiento y lo contaría con orgullo.
Te iba a pedir perdón porque tal vez te incomodé. Tal vez condicioné nuestros futuros encuentros con los chicos pero no me arrepiento. No tenés idea lo que esperé ese día, ese momento. Hasta quizás me daban ganas de volver al país sólo por eso. No te exagero, creeme. Y ahora te iba a pedir perdón, te iba a jurar que no va a volver a pasar. Pero ¿Qué clase de ser humano sería si no vivo de acuerdo a mis deseos? No dudo que entraría en el top 5 de los más infelices.Me iría a dormir cada día lamentándome, hundido en tristeza e intentando sonreir para un mundo que no me interesa que me pregunte cómo estoy. Me levantaría y tomaría mi café despertador mirando a la mesa que no me contaría nada nuevo y no como hoy que mientras calentaba el agua escuchaba música. Además vos te la buscaste. Con cada sonrisa, cada saludo, cada palabra. Y si supieras lo que yo sentí... Si hubieras visto mi sonrisa que duró días, si supieras cuántas veces recordé ese momento sólo para sentir cómo mi corazón se llenaba. Para vos tal vez no fue la gran cosa pero a mí me sirvió para que mis ojos se achinen más y mis hoyuelos los vea todo el mundo. Sólo con tu beso me olvidé del tiempo. Me olvidé del aire, me olvidé del suelo y de toda la raza humana. No sé bien dónde estaba pero seguro que en la Tierra no. Por eso no te pido perdón. Mirá, si me apurás, si querés te puedo agradecer. Yo qué sé, interpretarlo como favor porque, como no sos menos inteligente que la luna, te diste cuenta enseguida que lo necesitaba y pensaste "bueno, si taaanto le importa, después de todo me cae bien" ¡No es que diga que te caigo bien igual eh! Tal vez no, yo qué sé. Te puedo agradecer si querés, pero perdón no, bajo ningún punto de vista ¡Pero ni lo sueñes eh! ¿En qué cabeza cabe? ¿Perdón? Sí, te iba a pedir perdón. Pero me arrepentí ¿Y sabés qué? Lo volvería a hacer hasta que ya no me dibuje una sonrisa. Sí, ya sé. Ahí el problema sería que lo haría toda la vida, ya sé, pero ese es otro tema.


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publicado por guidor88 a las 13:07 · 2 Comentarios  ·  Recomendar
 
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