Odio
cuando sonreís. Te juro que odio cuando sonreís. Problema mayor es cuando todo
se convierte en risa. Cuando no te podés contener y abrís la boca y emitís el
sonido de una carcajada. Odio eso. Tendríamos que establecer ciertas reglas en
esta relación porque así las cosas no van a prosperar. De esta manera en
cualquier momento terminamos agarrándonos de los pelos, insultándonos hasta por
los codos, y no queriéndonos ver nunca más. No hay muchas cosas que quiera que
cambies, no te voy a mentir. La realidad es que bastantes de las peleas que
tenemos son por inseguridades mías, cosas de mi cabeza, historias que me
invento, y celos infundados. Pero hay cosas que sí tenés que cambiar. Y te lo
digo por el bien de nosotros, no se trata sólo de mí. Creo que esta relación
nos hace bien a ambos y los dos queremos que todo esto continúe pero para
llegar a esa ansiada meta tenemos que fijar ciertas pautas. Es verdad que de
algún modo ahí perderíamos espontaneidad, perderíamos un poco de sorpresa. Se
vería cercenada nuestra libertad y no seríamos nosotros en nuestra máxima
expresión. Pero es por nuestro bien o, mejor dicho, por el bien de la relación.
Después está la posibilidad de que te canses, o ya te hayas cansado, y no te
interese seguir conmigo. Pero bueno, intento descartar eso porque no me haría
bien y el solo hecho de pensarlo me deprime hasta las lágrimas (y no soy
exagerado como vos siempre decís, lo pienso y se me llenan los ojos de
lágrimas. Estaría bueno que estés acá y lo vieras pero bueno, no estás. De
hecho no podría estar escribiendo con vos acá porque me desconcentrás).
Pero
me estoy yendo por las ramas y quería pautar ciertas reglas, ciertos
procedimientos, ciertas directivas que nos van a llevar a relacionarnos mejor.
O al menos a que ciertos factores tediosos o molestos de la relación cambien
para bien. Deberíamos hacer una lista de acciones a cumplir. Sí, me vas a salir
de nuevo con lo de la libertad y que no seríamos nosotros mismos, lo sé y
coincido. Pero es de la única manera que veo que la relación puede seguir. Si
no estamos en graves problemas, esto no da para más. Nos deberíamos ir
despidiendo antes de terminar enemistados y deseando no verlo al otro ni en
figuritas.
Y
como te decía antes, odio cuando sonreís. Creo que esa debería ser la primera
pauta que fijemos. El punto número uno en la lista. “No sonreír cuando estamos
peleados”. Esa. Exactamente esa debería ser la redacción. Breve, concisa.
Cortita y al pie. Tiene toda la información necesaria, ni más ni menos. Porque
tampoco es que no quiero que sonrías nunca, el problema es solamente cuando
estamos peleados o peleando. Hasta me parece ventajero que lo hagas. No es
correcto desde ningún punto de vista. Ya debería anotarlo en la lista. Porque
sabés que sonreís y me desarmo. Me desplomo y soy una simple tela que podés
llevar de acá para allá. Sólo con tu sonrisa. Me rindo a los pies de tal acto
de belleza, de inmensa y profunda magia, y me entrego. Y soy tuyo. Soy
completamente tuyo para que hagas y dispongas como te parezca. Para que sigas
sonriendo o me critiques o me beses o me grites. Ya ahí nada importa, nada es
relevante. Ya nada siento, más bien. Perdí. Perdí por completo. Porque sonreís
y siento que caigo, que me deshago. Entonces me parece injusto que si estamos
discutiendo y tengo un buen argumento y tengo razón, me salgas con una
sonrisita que me hace olvidar hasta qué día es hoy y dónde estoy parado. No
está bien, eso no es jugar limpio. Porque me veo obligado a mirarte con ojos de
tonto, a derretirme con esa sonrisa y simplemente abrazarte y decirte que te
odio. Besarte y decirte que te odio. Que odio tu sonrisa. Que odio cuando
sonreís. Que odio cuando me hacés bajar la guardia aprovechando que contra eso
no puedo. Que contra mi amor no puedo. Odio cuando sonreís. Te juro que odio
cuando sonreís.