Lo
vio ahí parado y se estremeció. Su piel no tardó ni lo que la angustia ante una
mala noticia en erizarse. Se sumergió en un mar de dudas que sólo se disiparían
al momento del contacto con él. Ese que ahí vio parado y generó el
estremecimiento empecinado en quedarse al menos unos segundos más que parecerán
años. Letras, palabras, oraciones, imágenes cruzarán por su mente mientras lo
ve parado ahí y se estremece. Sabía cuál era su obligación. Tenía en claro que
la tortura no cesaría hasta su cumplimiento. Era su exclusiva responsabilidad
cambiar incertidumbres por certezas. Y él ahí parado. Esperando. A sabiendas de
lo que iba a venir.
Lo
vio ahí parado y se estremeció. Nunca le gustaron esos momentos cruciales en
que de un segundo a otro todo se define, todo cambia y lo acontecido se vuelve
vapor con la consiguiente solidificación del momento reciente. "Que
ingrata es la vida" concluyó algún día lleno de misiles contra su persona;
"Si hasta ayer se suponía que no había nadie como yo...". Cambió su
mueca de preocupación por una sonrisa nerviosa pero inevitable ante su mirada
repentina. Antes no miraba. Ahora sí. Ahora cruzaban atentas miradas pero sin
dejar de intentar evadir el momento.
Cuando
se percató de su mirada no pudo evitar sonrojarse. El siguiente acto inevitable
llegó a la brevedad cuando cayó en la cuenta de que se había sonrojado. Ahora
él sabría de sus nervios. Sabría los pensamientos, las sensaciones que cruzaban
por su cabeza y los insectos malditos que revoloteaban en su estómago y le
dejaban en claro la importancia de ese instante. Imposible pasar por alto esos
nervios. Imposible pasar por alto cómo se reflejaban en su cara reflexionó. Se
consolaba pensando que las cosas no necesariamente debían terminar mal.
"Es algo perdonable en definitiva. Nada que nadie no pudiera olvidar y
seguir adelante" trataba de autoconvencerse. Era cuestión de acercarse y
definirlo. La espera se estaba haciendo eterna y agónica.
Todo
cambiaría luego de ese momento, lo sabía. Dependía sólo de su tacto y su
reacción y debía asumir la responsabilidad que se le había adjudicado, a pesar
de que creía en su inocencia dentro de lo que había sucedido (a pesar de lo que
muchos decían); dentro de lo que decantó en esa instancia maldita y con una
capacidad para generar nervios pocas veces vista.
Para los demás el mundo sigue su
curso. Los movimientos de rotación y translación no cesaron, aunque sabe que
hay quienes están interesados en lo que le pasa y esperan expectantes la
resolución. Todos aconsejan como experimentados pero pocos estuvieron alguna
vez en esa situación. Todos creen saber qué hacer y esperan que así se proceda
pero no se encuentran ellos frente a la magia inherente de ese momento, ese
lapso. "Son segundos nada más" se vuelve a explicar pero no logra su
total convencimiento, aunque sabe que a más tardar en unos días ya todo iba a
quedar en el simple y mero recuerdo.
Sabe que la atención de mucha gente
recae en ese momento que fatalmente va a vivir, que está viviendo y parece no
tener intenciones de terminar. Quienes le aconsejan también sienten el miedo
emerger e instalarse dentro suyo como una roca que les revuelve el estómago. Lo
sabe. Y ellos saben su situación también aunque prefieren dudarlo. El Galle le
aconsejó, su mamá antes de salir de casa (¿Será posible que siempre sepa todo
la vieja?) y su papá hizo lo propio (No se podía borrar en esta, ambos sabían
que se necesitaban).
Sonó el silbato.
Él pateó.
Él se tiró.