Londres,
24 de marzo de 2013
Querido
Mateo:
Hijo querido. Espero que
la familia ande bien. Me contaron que la panza de Agustina está que explota y
el cuarto ya lo tienen preparado. Me imagino que Tomi debe estar más celoso que
nunca pero qué lindo es estar rodeado de tu gente. Sabés que nunca me adaptaré
a las nuevas tecnologías, así que supongo que no te sorprenderá recibir al
cartero en tu casa. Sé que seguís viviendo en la calle Jaramillo. Sé que vas a
recibir la carta. Tal vez tu recuerdo impida nuevamente que reciba unas líneas
tuyas y aún te entiendo, hijo.
Sin embargo te escribo.
Te envío una carta y, como te conozco, sé que al menos la vas a leer y con eso
me alcanza. Porque vos sabés que hay ciertas cosas que sólo puedo hablar con
vos. Determinadas situaciones que vos ves igual que yo porque siempre intenté
darte lo mejor de mí y definitivamente lo que más te inculqué fue el amor por
la pelota. Quería contarte que tu hermano está enorme. Ayer debutó en la quinta
y fue soñado. No sabés lo que juega este pibe, Mateo. En el club se habla de ya
hacerle un contrato y te imaginarás que se me cae la baba ¡Estos ingleses
encima son de madera! Y claro, llega acá un pebete inglés pero con venas
argentinas y la deja chiquitita. Ayer llovió acá como cada día de las últimas
dos semanas. Lo particular es que ayer la lluvia no mojaba, hijo. Salieron a la
cancha y James parecía estar jugando acá en el patio que tenemos con Marie. La
pedía, tocaba, iba a buscar, gambeteaba. Completito. Lo trascendental pasó allá
por el minuto 30 del segundo tiempo. Partido trabado, feo, mucha pelota al aire
y juego de cuerpos. Empate sin goles, aburrido. Saque de arco para el
Tottenham. El arquero sale jugando con el 4 y James la baja a pedir en posición
de 5. Cómo me recuerda al Diego, cómo se para este pibe. Cómo recibe y se da
vuelta. La cuestión es que la puso abajo de la suela y tocó con el 8, picó y la
pidió de nuevo. Obvio que se la dieron, el pibito la mueve. Le llegaba la bocha
y la dejó pasar y, cuando en ese movimiento el 5 de ellos quedó pagando, me di
cuenta que algo fantástico iba a pasar. Encaró por el medio con pelota dominada
y parecía que iba a sacar un zapatazo. Ahí enganchó para la derecha y la
barrida del 6 quedó como vergonzosa. Mateo, levantó la cabeza y acarició la
pelota con el bordo interno y produjo el encuentro del balón con una parte de
la red que seguro nunca había sentido el cuero. Mateo, miré al cielo y pensé en
vos, pensé en tu vieja y mis nietos. Te juro que la lluvia no mojaba. Te pensé
mirando al cielo y mis ojos cedieron y derramaron alguna lágrima. Te extraño,
hijo. Tu hermano metió el gol más importante de su carrera y yo sólo pensé en
que habría sido soñado que estés acá y lo disfrutemos juntos como disfrutábamos
allá con cada enganche de Garrafa. Londres no tiene nada que ver con Lafe.
Llueve siempre, no hay mate, el transporte funciona de puta madre y las casas
de los pobres no tienen techo de chapa. Estoy mucho mejor, sí, pero te extraño,
hijo. Te extraño y quiero ver a mi nieto y mi futuro nieto y a mi nuera.
Dudo recibir una
respuesta pero sé que al menos te transmití con claridad lo que siento. Sé que
se te piantó un lagrimón con lo de Garrafa. No me olvido que ese loco era tu
ídolo mayor. No me olvido de cuando te regalé su camiseta y no te la sacabas ni
para bañarte. Tal vez algún día me entiendas y podamos festejar un gol
hundiéndonos en un abrazo eterno como el día que volvió él por amor a nosotros.
Tal vez así vos vengas o yo vaya. Por amor. Te extraño, hijo, la pelota no
llega igual si no me la pasás vos.
Con
amor.
Tu
papá