Y
mirá, si querés que te diga lo que tenía ese pibe te me vas a reir. Me vas a
mirar con una mirada a carcajadas y te vas a burlar del término con que lo
describo. "Cultura de furgón" papá. Eso tenía. Porque no es una
pavada lo que te digo. Hay que subirse ahí. Con el suelo metalizado y sucio,
ese vagón que parece para trasladar vacas y que no existe sin paredes rajadas
con firmas de cuanto fanático del balonpié por ahí pasa y declarando que los
del otro bando son Personas Unidas Tras Oportunidades (o sus iniciales: PUTO).
Hay que saber entrar con la autoridad suficiente para decir "acá tengo mi
bici y si no hay lugar libre la apoyo sobre la tuya". Porque en ese
momento no te puede temblar el pulso. Si encarás titubeante tu entrada al
furgón te comen. Es así nomás eh. No es cosa fácil entrar y saber (tener en
claro) que un lugar ahí es tuyo. Y el pibe se subía en Belgrano encima ¡En
Belgrano! ¿Te imaginás? ¿Con esa cara de nene bien, así rubiecito y de ojos
claros entrando al furgón en la estación más coqueta o como dicen ahora
"top" del recorrido? En San Martín cualquiera se sube. Ahí somos
todos pibes con calle, pero el que entra en Belgrano tiene que estar muy seguro
de exteriorizar convicción y convencimiento de que uno pertenece ahí. De que no
le hace falta sentarse en los asientos aterciopelados mirando en la dirección
que va el tren porque si no se marea. No querido, para entrar ahí tenés que
tener esto que te digo, cultura de furgón. Y no es tampoco una cuestión que
todo el mundo se droga, anda escupiendo, fumando. Na, esos son todos mitos
urbanos. Ahí adentro ni intercambiás miradas. Los muchachos sabes que no hay
mucho que mirar, somos todos del mismo palo. Tal vez, si se te da por sentarte,
el de al lado te conversa. Pero son charlas de bicis, charlas de furgón. Quizás
ligás una galletita de arriba por escuchar el sermón, pero no por compromiso
eh. Ahí no existe eso, ahí si no te quiero convidar, no tengo que buscar
justificaciones. Con excusas andá al tipo bien que va en el vagón de la
familia. El que va de traje y si te empuja le importa un carajo porque él es el
poderoso ahí. Vos estás de elegante-sport y él el sport se lo deja en la casa
para jugar a la pelota los sábados a la mañana. Pero ojo que no es la ley de la
selva en el "vagón atípico". Ahí hay una solidaridad que uno piensa
"la pucha si fuera siempre así...", pero pasa por lo que te decía antes,
son gente sin altanerías. Ahí somos todos iguales, somos todos de barrio. Ese
barrio que tanto le falta a la gente de hoy. Y hasta tal vez ni te entienden a
qué te referís pero es porque no lo viven, no lo sienten ni lo sintieron nunca.
Eso me sorprendió de este pibe. Entró en Belgrano con una bici sin pie y
asiento descuajeringado. La vestimenta te la puedo calificar como normal,
porque tampoco estaba hecho lo que se dice un villero viste. Pero llamó la
atención. Belgrano, rasgos gringos. Nadie observó demasiado, así es el furgón,
pero como tengo años de esto, sé qué es normal y qué no. Una vez hablando con
el Roque (un muchacho paraguayo de unos 30 años que trabajaba en una
construcción en Balvanera. Nos conocimos ahí yendo a Retiro), él me aseguraba a
muerte que el tipo que se sube en Belgrano al
furgón tenía que ser de color
¿Sabés? Yo le creí, claro. Era de la misma opinión. Pero por eso sé que este
rubio levantó varias perdices. El pibe encaró, apoyó la bici como si estuviera
en su mansión de Recoleta y se sentó a mirar a través de la puerta, echando
ojeadas a un libro de Fontanarrosa que sostenía con la diestra. Primer rasgo a
destacar. Porque si el tipo de traje lee a Borges y yo no lo voy a entender, no
lo quiero ver con un libro del Negro porque no va a cazar un puto código ¡Qué
tipo el rosarino ese! ¡Cuánto vestuario y fútbol abajo de la autopista que
tenía!