No,
no me quiero despertar. Hoy no me quiero despertar. Quiero que las horas pasen
y me digan que no es el día, que hoy no va a pasar. Quiero seguir durmiendo,
quiero seguir abrazándote, quiero seguir sintiéndote acá. Tu calor, tu perfume,
tu piel. Por favor apagá el despertador, hoy no quiero que suene, hoy no me
quiero levantar, hoy no quiero que el día siga, que el sol brille, que se
oculte más tarde, que la gente desayune, almuerce
y cene, que los optimistas salgan a correr
porque hay sol, que los turcos vayan a sus puestos de Döner a trabajar. Hoy no
quiero nada de eso. Hoy quiero que se pare el mundo. Quiero que dios de una vez
por todas me haga un favor, me tire una buena y pare el tiempo. Porque sé que
hasta desde el cielo es notorio el amor que nos tenemos, cómo nos amamos, cómo
nos besamos, lo imposible que sería vivir separados. Eso lo ve cualquiera. Se
siente. Miro tu foto y se siente.
Y
suena de nuevo el despertador y, como vos sos una persona responsable, te
despertás. Sabés que ese vuelo lo tenés que tomar. Si no van a venir en busca
tuyo y vos sabés que te lo tenés que tomar. Vos tampoco te querés levantar. Y
me doy cuenta porque me abrazás, porque me abrazás fuerte y apoyás tus labios
en mi frente. Los apoyás incrédulos, deseosos, pero también conscientes. Sabés
que te vas aunque no te gustaría dejarme, lo sabés, lo sabemos. Y siento tu
calor como nunca. Tu piel es seda rosada. No saques tus manos de mí, por favor
no saques tus manos de mí. Seguí abrazándome, quiero que tus caricias en mi
espalda se hagan interminables, que sean eternas, paremos el tiempo y vivamos
estos segundos de magia como si fueran horas. Sé lo que estás pensando, lo que
estás deseando, sé que mientras me estás abrazando, mientras tus labios siguen
en mi frente regalándome un beso infinito, una lágrima cae por el costado de tu
ojo derecho. La siento, la escucho, cae en la tela de la funda de la almohada y
la sufro como propia. Y todos mis esfuerzos por no llorar se tornan vanos,
insulsos, no llegan a ningún lado y los ojos se me llenan de tristeza y me es
imposible no estallar en llanto.
Que
este instante sea eterno. No quiero que te levantes, no quiero que te duches,
que te peines, que te perfumes, que te vistas, que te vayas. Necesito de tu
mirada para vivir, de tus palabras para seguir, de tu presencia para respirar.
Y en un movimiento que rasgó mi piel para siempre, me soltaste, me dejaste
sola, me dejaste pensándote, llorándote. Hiciste lo que tenías que hacer. Te
bañaste, me rogaste que no llore más, que si no te destruía y te creí y te
creo. La inmensidad de nuestro sentimiento logra eso. Que mis lágrimas sean
tuyas y las tuyas mías. Y para no estallarnos en llanto como dos tontos me
volvés a pedir que pare, que no llore más. Que por favor me levante y te
acompañe porque querés estar hasta el último segundo posible conmigo y recordar
mi sonrisa como la razón de la naturaleza. Con el alma desgarrada cumplí. Y lo
hice por vos porque si era por mí me quedaba todo el día y el resto de los de
mi vida tirada en la cama pensándote, amándote como siempre y como nunca.
Siempre
arrancándome sonrisas hasta en el día más triste de mi vida. Siempre con esa
luz en tus ojos, tu boca y tu alma. Y después me pregunto cómo no te voy a
extrañar si en mi pecho llevo algo que late sencillamente por vos. Miro tu
sonrisa y ahí sí el tiempo se detiene. Ahí sí no hay nada más alrededor. Cómo
no te voy a extrañar. Y estamos acá y de esta no zafamos, esta sí que es
verdadera, la verdadera, la única, el momento al que tanto le temimos. Y acá estamos
y terminás tus trámites y te pido por favor que cuando te vayas no mires hacia
atrás, por nada del mundo mires hacia atrás que me voy a despedazar. Y nos
dimos el abrazo más húmedo que el planeta haya visto, entre llantos y besos. Y
yo no te quería soltar y vos no me querías soltar porque sabíamos que el
siguiente paso era vernos por última vez, que te tomes ese avión y no volvamos
a disfrutar del amor interminable del otro. Y no me soltabas y yo tampoco te
soltaba. Ni se me cruzaba por la cabeza soltarte. Pero era necesario. Y nos
separamos y llenos de lágrimas te repetí que no mires para atrás cuando te
vayas, que te vayas y listo, que sigas pero que por favor no mires para atrás
porque me muero del dolor. Y te fuiste. Y te diste vuelta y te fuiste. Y yo sé
que llorabas, conozco cada uno de tus movimientos y, aunque estabas de espalda,
sé que llorabas. Y te veía caminar y no, no me aguanté. Te grité que vuelvas,
que no te vayas, que quería mirarte y compartir mis lágrimas con vos. Y ahí me
desobedeciste. Y qué suerte que me desobedeciste. En cuanto te diste vuelta nos
hundimos en un abrazo eterno.
